Con la aparición de la primera estrella, la comunidad judía inició ayer dos días de celebración del Año Nuevo judío o Rosh Hashaná -el 5782-, un tiempo de reflexión y balance espiritual pero también de compromiso con una vida más virtuosa de cara al nuevo año.
Rosh Hashaná es también un tiempo de arrepentimiento por las faltas cometidas en el año sometido al juicio divino, que se cerrará 10 días después con el Iom Kipur o Día del Perdón.
En rigor, este período de introspección comenzó el mes anterior, que se llama Elul, pero se profundizó desde anoche.
Rosh Hashaná -que significa «cabeza de año»- evoca la creación, por parte de Dios del Universo y del primer hombre y la primera mujer (Adán y Eva).
El número de años que se festeja se corresponde, justamente, con una contabilización simbólica del inicio del mundo y de la humanidad.
Los judíos celebran la llegada del Año Nuevo con oficios matutinos y vespertinos en las sinagogas y cenas familiares. En estas comidas se comparte una copa de vino dulce ritual, que es bebida de a sorbos. Y un pan redondo que refiere al ciclo de la vida.
Se acostumbra en algunas comunidades la ingesta de pescado como símbolo del anhelo de que, en el nuevo año, las buenas acciones sean innumerables como los peces en los mares.
Uno de los símbolos es el shofar, un cuerno de carnero que se utiliza como instrumento de viento en la plegaria matutina para llamar al examen de conciencia.
Por ley, los dos días de Rosh Hashaná y el Día del Perdón son feriados para los judíos.
El saludo es Shaná Tová que, en hebreo, significa: buen año.










