Por Ana Hernández
Cuando la noche es más oscura se viene el día en tu corazón.
Llegué un martes cercano cualquiera al aula de un 4to año del turno tarde convencida de un mal día. Tenía muy en claro hasta ese momento que el mundo se dividía en dos. Gente de mierda y gente que no.
Entré al aula fría por sus ventanas abiertas de par en par; corrí el escritorio como cada vez. No me gusta estar al frente, siempre me ubico al centro y a la izquierda. Casi en la misma línea que sus pupitres. Ese día les propuse escribir una crónica de su rutina. A cambio prometí que no las leeríamos en voz alta, para garantizar intimidad y que puedan explayarse sin limitaciones.
Eso sí, tuve que establecer consignas con la cantidad de renglones y tiempo de entrega porque les cuestan las pautas libres.
El desafío es conocer qué los mueve, hago un relato en primera persona para explicar la actividad. El objetivo es romper con la apatía y el aburrimiento en pequeñas personitas de 15 y 16 años, para que abracen la Literatura. Les cuento cómo se conmueve mi cuerpo con los jazmines blancos en las veredas porque me recuerdan al patio del jardín maternal. Allí donde dormía la siesta. También fui más lejos y confesé el miedo que sentía cuando mis padres no llegaban a buscarme. Les relato todas las sensaciones. Me niego a creer que carecen de deseo. El hambre y el deseo a veces son sinónimos. Voy buscando la manera de romper con su apatía. El sentido de estar en un aula con un sistema viejo y vetusto que ya no interpela. Seguimos leyendo la actualidad con categorías viejas y nos negamos a seguir el ritmo de los cambios. Cada generación aprende con lo que le toca vivir. Vamos aprendiendo, vivimos. De la misma manera que le ocurre con tradicionalismo político, sigo intentando enamorar.
Cuando el granizo golpeó, la campana sonó despertó sus tristezas atronando sus nidos…
El primer gesto es de Maxi, de ojos grandes y azules, que asiente un sí con la cabeza. Me da seguridad, siento que al menos en ese momento estaba logrando interpelar. Fue cuando les dije que en esta etapa no corrijo la ortografía, que tan solo se trata de escribir. No importa si la V es larga o corta. No al menos en esta instancia (vale aclarar para la comisión de padres lectores). Luego, sí vamos corrigiendo. Van abriendo la carpeta sin que se los pida; y eso es un montón. Esa instancia es comparable a cuando un actor escucha la primera risa desde la platea. Reafirmo que ese es el camino. Después anuncio que la próxima clase será pochoclera. Ustedes bajan la película yo traigo las palomitas .Llegamos a la conclusión por votación que sería “Esperando la carroza”. No es bodrio y que podíamos aun sacar algo de ahí.
Mientras tanto el sol se muere…
Empieza José pidiendo permiso para mostrar su redacción. Sus manos eran grandes y vestía con poco abrigo. Su redacción estaba bien. Su despertador sonó a las 6 de la mañana; pasó por la panadería, cruzó el campito rumbo a la construcción donde toma mate para bajar las galletas. Es ayudante de albañil y por la tarde va al colegio. Come las mismas que me gustan a mí. Esas cuadradas hojaldradas que son un vicio. Imposible comer solo una.
Un mundo con pocas señales de vida, tras un primer año en shock sanitario y una previa electoral cruzada por la foto de cumpleaños. Es un mundo donde importa más las formas que el fondo. Incluso más. Ese es el cuadro colgado del Fondo Monetario Internacional. El rubro que más aumentó es Restaurante y hoteles como si las paredes supieran de los suspiros que no tuvieron por la sensible caída por pandemia.
La parte que más me dolió fue cuando dijo que se bajó una lata de cerveza antes de entrar, y me parece que es habitual. Estaba junto a su compañero que hace batallas de trup, el de grandes ojos azules. Compartía sus renglones con José. Ambos con mucho ahínco querían terminar antes de las 17.30 para no llevar tarea a casa.
Todavía no use el milagro de hoy
Antes de terminar la clase reconfirmé que nada valen las operaciones mediáticas; no alcanzan las madrugadas impotentes de insomnio; sueños rebeldes con mensajes predictivos.
Que hambre y deseo no siempre son lo mismo. Que en tiempos de falsos profetas es muy importante usar anteojos. Que se alquila mi pequeño Macondo con perchas plásticas y vidrieras flacas. Que el Indio es un sabio predicador para almas rotas. Mientras el sol se muere hay un par de conclusiones que se comparten solo para quien comprende.
El mundo se divide en dos. Gente de mierda y gente que no.
Benedetti tenía razón la culpa es de uno cuando no enamora, no del tiempo ni de los pretextos.