Investigación y ensayos sobre hongos y bacterias

Un día de trabajo en los sectores de bacteriología y micología del Departamento Avicultura de la EEA del INTA.

Por Carlos Alberto Naveira (*)

Desde hace un año, los integrantes del área de Bacteriología y Micología del Departamento Avicultura del Estación Experimental Agropecuaria (EEA) local trabajan arduamente en un nuevo y moderno inmueble. Éste cuenta con ciertas restricciones para su ingreso por los tipos de bacterias y hongos que allí se trabajan y, una vez dentro, se observan los lugares de trabajo a través de paredes de doble vidriado. Los análisis y estudios que de estos sectores del edificio están a cargo del médico veterinario, Dante Javier Bueno, científico referente en la temática, quien, a modo de guía, presentó a sus integrantes, ambientes y responsabilidades.
En un día de trabajo común, se aíslan cultivos de distintas bacterias y hongos de importancia para la avicultura. Algunos de estos organismos están relacionados con la inocuidad alimentaria. “Mediante distintas técnicas, se busca la separación de bacterias, aislarlas, ya sea que estén presentes en una muestra, monitoreo o, en algún brote de alguna enfermedad que produce mortandad. Casos en que los productores se contactan con el INTA para poder diagnosticarla y llegar a un tratamiento”, informó Dante Bueno.
Placas de Petri, con medios de cultivo con microorganismos ya crecidos. “Desde allí, se toman muestras para poder ver de qué se trata, definir un nombre, y conocer qué hay en esa muestra. Qué es lo que, en un primer análisis, pudo haber causado la muerte, en tal producción del productor que se acerca a nosotros”, aclaró el doctor Bueno.
“También hacemos pruebas de sensibilidad a productos, como antibióticos o desinfectantes, para poder acercar al conocimiento de una posible mejor estrategia para el tratamiento a fin de bajar el impacto de la enfermedad que afecta a una producción avícola”, contó el responsable de estos sectores.
Trabaja sobre una de las mesadas de acero inoxidable, Teresa Magalí Hoffmann (ingeniera agrónoma abocada a una beca doctoral de Conicet con lugar de trabajo en la EEA INTA Concepción del Uruguay). “Ahora estoy realizando estudios de sensibilidad antimicrobiana de algunas cepas que aislé de ambientes avícolas. Tanto de muestreos que hicimos como de cepas que nos han traído. Aislé, y así caracterizar y probar en ensayos como parte de mi tesis”, narró Hoffmann.
“Específicamente, hoy estoy haciendo sensibilidad al antibiótico colistina de algunas cepas seleccionadas de Salmonella serovar Enteritis y Salmonella serovar Typhimurium. “Aquí tengo unas placas de Petri que contienen colistina, en donde se siembran las cepas en una concentración conocida y, si vemos crecimiento o no, vemos si son sensibles o no”, mostró sus objetos Hoffman.
“Otro método que estamos probando, es una micro dilución en tubos, donde se siembran también las cepas en una concentración conocida con diferentes concentraciones de colistina. Allí se observa el crecimiento o no, y eso nos dice si las cepas son sensibles o resistentes a colistina. Estamos evaluando estos métodos porque recientemente hubo unos cambios sobre los criterios de los organismos nacionales en sensibilidad antimicrobiana. Así que, estamos por incorporar métodos nuevos para tener mejores resultados”, concluyó y sonrió la becaria doctoral del Conicet.

Gabinete de seguridad biológica
Hacia el centro del salón de trabajo del Laboratorio de Bacteriología Aviar, con vistas al campo, se encuentra Mario Soria, bioquímico de profesión y a pasos de la defensa de su tesis doctoral. Abocado en un gabinete de seguridad biológica, con sus manos ágiles “peina cajas de Petri” realizando conservación de microorganismos de importancia en avicultura.
“Estos microorganismos que estoy conservando hoy en día son cepas de Salmonella, de diferentes serovariedades que han sido aisladas de diferentes ambientes avícolas. A partir de la cepa aislada y tipificada, hago una conservación a corto plazo, sobre agar nutritivo (que me permite la reutilización de la cepa en menos de uno o dos meses)”, contó el mismo Soria.
“También hago otro método de conservación: por congelación a menos 20 °C o, – 80 °C, que es una conservación a largo plazo, que me sirve para tener esta cepa guardada y poder reutilizarla años después de haberla conservado, para nuevos estudios”.
“Siembro en placas de un medio selectivo y diferencial, hago siembra en césped y, una vez que obtengo el crecimiento de esta cepa: lo que hago es conservarlo y colocarlo en un medio de cultivo que contiene glicerol como crío-preservante de manera de que, una vez que se descongele, ese glicerol evita que se formen los cristales de agua y pueda romper la bacteria” (bioquímico Mario Soria).
En la actualidad, este sector cuenta con dos técnicas que son pagadas con fondos de Fundación ArgenINTA: Yamila Cimino Marclay y Johanna Makaruk. Por otro lado, participan dos estudiantes de la Tecnicatura en Granja y Producción Avícola (Facultad de Ciencia y Tecnología de la sede Basavilbaso de la Uader), que asisten por capacitación en servicio: Quimey Alba y Lucas Clapier. Este último está desarrollando su trabajo final de la carrera en el Laboratorio.

(*) Integrante del Equipo de Comunicación del Centro Regional Entre Ríos INTA.