Hojas Sueltas… Volver a los 90

Por Andrés Asiain

El 32,1% de la población de América Latina y el Caribe, es decir unos 200 millones de personas, viven en la pobreza, según el último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). El reporte alertó sobre “una crisis silenciosa en la educación” que afecta a las nuevas generaciones y profundiza las desigualdades previas. Además señaló que es un momento para “políticas transformadoras, inclusivas y audaces”.
El documento reitera que el cese de la presencialidad en pandemia agudizó las desigualdades educativas de la población estudiantil y que si antes preocupaban los resultados de aprendizaje ahora preocupa la finalización de los estudios.
El organismo instó a los países a «invertir decididamente» en educación, porque si bien dicho gasto sobre el PIB de Latinoamérica es 4,1% y no es demasiado diferente del dato para los países de la OCDE (4,95), el destino de las magnitudes divergen. A su vez, la incidencia de la pobreza es mayor en algunos grupos de la población. Por caso, más del 45% de la población infantil y adolescente vive en la pobreza.
Si bien la región no logra reducir la pobreza y la pobreza extrema (indigencia) a los niveles de antes de la pandemia, tampoco los ha incrementado. La tasa de pobreza pasó de 32,8% en 2020 a 32,1 % en 2022, pero si se compara con años de bonanza como fue 2014 para la región, el índice de pobreza llegaba al 27,8%. Asimismo en 1990 la tasa de pobreza era 51,2%. Algo similar ocurre con la tasa de indigencia que se mantuvo en 13,1 entre 2020 y 2022, pero en 2014 era del 7,8 % y en 1990 se ubicaba en 15,5%. La pobreza e indigencia se incrementaron en 2 puntos luego de la pandemia, pero esta pequeña cifra equivale a millones de personas. Poco más de un tercio de la población de está en riesgo de pobreza, o sea 201 millones de personas. En la comparación regional, Argentina se encuentra cerca del promedio respecto de la tasa de pobreza pero muy debajo para el caso de la indigencia. Honduras, México, Bolivia y El Salvador tiene los peores indicadores. Son datos que no se registran desde hace 25 años, desde finales de los ‘90, de modo que representan “un retroceso” para la región y prueban que en, efecto, hubo una década ganada.