Por Pedro Peretti
El Programa de Incremento Exportador, mejor conocido como el “dólar soja”, se creó como una medida orientada a reforzar las reservas del Banco Central, facilitando que los productores de la oleaginosa accedan a un tipo de cambio de 200 pesos. Desde ese punto de vista, ha sido una medida efectiva. El problema son sus consecuencias, porque h asido una transferencia inmensa de recursos para un sector que viene siendo uno los grandes ganadores en los últimos años, desde el punto de vista económico. Con esta medida el Gobierno abrió una ventana que nadie sabe bien cómo la va a cerrar. La Sociedad Citrícola del NEA está pidiendo un “dólar limón”, los vitivinicultores piden un “dólar malbec”, las pymes piden un “dólar especial” porque ellas también exportan, etc.
Es probable que a fin de mes comprobemos que los pequeños y medianos productores de soja acaben liquidando un porcentaje ínfimo del total, mientras que los grandes tenedores y los mega grupos de siembra hayan acaparado todos esos dólares a $200, obteniendo ganancias siderales.
Por otra parte, esta medida tendrá un impacto en el precio de la leche, carne, pollos, huevos y cerdos, por el encarecimiento de la soja que es uno de los insumos difundidos en estas producciones. Esto significa que no se cerrará la conflictividad con el campo, hasta los productores de maíz ya están planteando un beneficio similar. Habrá que ver cómo el Ministerio de Economía sale de esta situación que está en ciernes, aunque sobre lo que no hay dudas es que se ciernen nuevos conflictos porque este programa entraña una alta injusticia.
Queda también por ver, cuánto de esos pooles de soja va a reinvertir en la industrialización de la ruralidad, como dice la ley agrobioindustrial, que está en la Cámara de Diputados de la Nación. Estos grandes grupos recibieron un beneficio de entre 300.000 y 600.000 millones de pesos y será interesante cotejar cuánto de ese dinero lo utilizarán para industrializar y mejorar las condiciones productivas.
El año anterior, la Argentina produjo unos 40 millones de toneladas de soja. Quedaban alrededor de 22 millones en manos de unas 1.200 empresas a las que se premió por especular con un dólar de $200, contra los $140 que recibieron los pequeños y medianos productores. Nunca en la historia agronómica argentina se hizo un traje tan a la medida para un sector tan pequeño. Ni Macri les dio tanto.










