Esther Vivas
Si tomamos el principio feminista de que lo personal es político, el reto consiste en politizar la maternidad en sentido emancipador. No se trata de idealizar el hecho de ser madre, sino de reconocer el valor social, político y económico de la maternidad, el cual ha sido negado por esta sociedad patriarcal y productivista. Ser madre y feminista no parece fácil, pues la maternidad carga con una pesada losa de abnegación, dependencia y culpa, ante la cual las feministas históricamente se han rebelado. Sin embargo, este rechazo necesario a la maternidad bajo los parámetros del patriarcado terminó con una relación tensa y mal resuelta con la maternidad en sí, incluso cayendo en cierto discurso antimaternal y antirreproductivo. Por eso es necesario diferenciar entre la institución maternal impuesta y la experiencia materna libremente elegida. El desafío, desde una perspectiva feminista, reside en acabar con la primera y liberar la segunda, lo que implica una confrontación constante con las normas sociales establecidas. El problema no es la maternidad en sí misma, sino el sentido en que el patriarcado la define, impone y restringe. Las mujeres y personas con capacidad de gestar conquistamos el derecho a no ser madres, a acabar con la maternidad como destino, ahora deberíamos poder decidir cómo queremos vivir esta experiencia, al margen de las imposiciones y limitaciones del sistema. Ni madres sacrificadas, que tienen como fin único cuidar a sus hijes, ni supermamás siempre disponibles para el mercado de trabajo. Es contra estos ideales inasumibles que es necesario rebelarse y desobedecer. Se trata de tomar conciencia de cómo unas prácticas tan relevantes para las sociedades, como gestar, parir y amamantar, han sido relegadas a los márgenes. Es urgente valorarlas y visibilizarlas pública y políticamente. Al mismo tiempo, es necesario señalar que la maternidad no es sólo una responsabilidad individual, sino que se trata de una responsabilidad social y colectiva. Y lo debe ser en el marco de un proyecto social emancipador. Otras maternidades sólo serán posibles en un nuevo modelo de sociedad que coloque en el centro a los cuidados. De aquí que sea tan importante no sólo apelar a una maternidad feminista y a un feminismo que incorpore a la maternidad, sino trabajar para conseguir cambios en el mercado de trabajo, los servicios públicos, la institución familiar, en el modelo de reproducción social. Que ser madre no sea una quimera ni un privilegio, sino un derecho.