Hojas Sueltas. Tres etapas

Por David Bueno

De los 0 a los 3 años, el cerebro prioriza las conexiones entre neuronas cercanas en la denominada corteza cerebral. La corteza constituye la capa más externa del cerebro, y es donde se generan y gestionan los aspectos más complejos y típicamente humanos del comportamiento: el lenguaje, la toma de decisiones, el control ejecutivo, la empatía, el raciocinio y el control emocional. A estas edades el cerebro absorbe el ambiente para adaptarse a él, lo que hace que sea la etapa más importante e influyente para la personalidad que mostrarán nuestros hijos cuando sean adultos. Formarse en un ambiente de alta conflictividad, por ejemplo, estimula conexiones neurales que favorecen una alta impulsividad, como forma de respuesta a las posibles amenazas, lo que redunda en contra de la reflexividad.
Entre los 4 a los 11 años, es la etapa más significativa para las tareas instrumentales y académicas (razonamiento, interrelación y la memoria), descubren la emoción para aprender. El cerebro percibe como máxima utilidad aquellos aprendizajes asociados a la aceptación, valoración y reconocimiento social. Nuestro papel de padres no es hacerles los deberes, sino valorar su esfuerzo y reconocer su trabajo. En esta segunda etapa se favorecen las conexiones de media distancia, entre la corteza cerebral y algunas zonas internas del cerebro, cómo las denominadas amígdalas, que generan las emociones, y el hipocampo, que es el centro gestor de la memoria. A este respecto cabe decir, sin embargo, que la memoria no reside en el hipocampo, sino en redes neurales y en patrones de conexiones distribuidos por todo el cerebro. El hipocampo vendría a ser como la lista de preferidos de un buscador de internet: contiene las direcciones de las redes donde se almacena la información para recuperarla cuando sea menester, pero no la información per se. El hecho de que hasta los 3 o 4 años no se empiecen a formar conexiones entre la corteza y el hipocampo explica por qué casi nadie recuerda de forma consciente las experiencias anteriores a los 3 años de edad. Es cuando aprender a leer, a escribir, los primeros razonamientos lógico-matemáticos, estrategias de memorización, etcétera. Pero cada cerebro madura a un ritmo ligeramente diferente a los demás. Esto implica que si queremos sacar el máximo provecho al desarrollo del cerebro, se deben respetar los ritmos individuales, para evitar el aburrimiento en las personas que madura más rápidamente y generar estrés en las que madura con más lentitud.