Andrés Asiain
Los precios de supermercados aumentaron un 13,2% en la última semana y acumulan una suba del 33,8% desde el 1 de diciembre. El alza de los precios no fue correspondida con un incremento proporcional de los ingresos, deteriorando la calidad de vida de la población. El oficialismo adoptó una estrategia comunicacional para descargar el costo político del malestar social sobre la administración saliente. Así, el Presidente y sus funcionarios hablan de que enfrentan una inflación “plantada” y “reprimida”, para posicionar al oficialismo como una víctima del gobierno anterior. La idea de una inflación “plantada” y “reprimida” descansa sobre un pre-concepto sobre el funcionamiento de la economía, donde la intervención del Estado vía restricciones cambiarias, acuerdos de precios, subsidios a las tarifas, regulación del precio de los combustibles, entre otros, es vista como anormal. De esa manera, la decisión de subir el dólar, las tarifas, los combustibes y desregular precios no sería una elección de política económica, sino un “sinceramiento” de una realidad de precios que estaba “reprimida”. Bajo la miopía monetarista de la actual administración, también los activos (ahorros) en pesos de los argentinos son una amenaza inflacionaria que está contenida en la “bomba” de las Leliqs; una bomba con la pólvora mojada ya que esa política monetaria comenzó en 2002 y con una magnitud relevante desde casi una década, sin haber explotado. La idea detrás de este esquema es que toda tenencia de riqueza financiera que no está dolarizada, puede en algún momento ser volcada a la compra de bienes (generando una presión alcista de precios) o de dólares (empujando una devaluación). Un objetivo razonable sería generar una estabilidad de precios y cambiaria que reduzca la incertidumbre, de manera tal que los ahorros de los argentinos sean volcados a financiar la producción, el acceso a la vivienda o el consumo de durables (televisores, motos, autos). Sin embargo, se eligió licuar los ahorros por la vía de un golpe inflacionario, por eso bajaron las tasas de interés de los plazos fijos luego de haber encendido la mecha inflacionaria. La excusa de una inflación “plantada” y “reprimida” se cae no sólo por su falta de sustento en términos de concepto económico, sino también político. Siendo Massa el último ministro de economía que también aspiraba a la Presidencia, ¿por qué “reprimiría” la inflación para “plantar” una bomba que, de haber ganado las elecciones, le explotaría a él mismo?