Andrés Asiain
Durante el debate presidencial, Javier Milei criticó la política social asegurando que hay que reemplazar la asistencia monetaria por política de educación laboral, ingenieril y empresarial. Las políticas que propone Milei ya se aplican en Argentina hace años, con resultados limitados por la estructura del mercado. “Se acabó esto de la asistencia esclavizante de darles el pescado, nosotros le vamos a enseñar a pescar, le vamos a enseñar a crear la caña de pescar y si es posible, que aprendan a tener una empresa de pesca” indicó Milei. Parafraseando un viejo proverbio chino, Milei esbozó una crítica a la política de asistencia social (dar pescado) que reemplazaría por una política de educación laboral (enseñar a pescar), ingenieril (crear la caña) y empresarial (póngase una empresa de pesca). El discurso suena bonito, pero la realidad es que esas políticas ya se intentan, mas chocan con un mercado que excluye y no integra.
Las políticas sociales del ministerio de Educación, Trabajo y de Desarrollo hace tiempo que tienen fuertes programas de capacitaciones. El más masivo de ellos es el Progresar, donde 1,7 millones de jóvenes reciben becas para terminar sus estudios. Por su parte, programas como el Potenciar Trabajo y Manos a la Obra combinan el otorgamiento de ingresos, con la entrega de maquinarias para proyectos productivos. En síntesis: las “políticas” de Milei ya se aplican en Argentina hace años. La principal dificultad de dichas políticas es que el desarrollo de los emprendimientos productivos para las mayorías populares excluidas por el mercado, se dan en cadenas productivas de la pobreza. Pequeñas producciones campesinas de subsistencia, reciclado, textiles, construcción de baja escala, son algunos ejemplos de las actividades que el mercado deja a los pobres porque no son rentables. Las actividades más rentables del mercado ya están ocupadas por grandes empresas, cuyas capacidades tecnológicas, de disposición de financiamiento, equipamiento y desarrollos administrativos complejos, vuelven una ilusión de que un grupo de emprendedores irrumpa en ellas exitosamente a competir.
Imaginemos a un pequeño grupo de personas, con las precarias cañas que Milei le enseñó a hacer, lanzándose a competir con la gran industria pesquera. Desde el vamos, ya están en la irregularidad porque con sus equipos maltrechos y careciendo de embarcación no van a conseguir permisos de pesca legales. Después de una noche entera disfrutando de la “libertad” de no sacar ni un pescado, se van a acordar de Milei.