Hojas Sueltas. Princesas

Ballpoint pen attached to blank loose-leaf paper placed on wooden table

Por: Esther Vivas.

Nunca me han gustado los cuentos de princesas, ni los disfraces ni los juguetes de este tipo. No me gustaban de niña, y aún me gustan menos ahora de grande. No me gustan los mensajes que transmiten: las niñas deben ser dulces y delicadas, tienen que esperar a su príncipe azul, son débiles, necesitan ayuda. Todo eso contribuye a cómo las niñas se ven a sí mismas y cómo los demás las perciben, y establece las bases de las desigualdades de género y la violencia machista. Estas historias de juegos de princesas, llenas de estereotipos y tópicos, que nos pueden parecer cosa de otra época, y más con el auge del movimiento feminista actual, en realidad forman parte de nuestra cotidianidad. A las niñas se las considera cuidadoras, preocupadas por su imagen y forma de vestir. Los juguetes adecuados para ellas son las cocinitas, los utensilios de limpieza, los tocadores de belleza, el kit de peluquería o las muñecas vestidas de rosa y con un cuerpo perfectamente normativo. A los niños, en cambio, les ofrecen juegos de autos, mecanos, trajes de piratas, astronautas, policías o bomberos. Desde chicos nos educan en las funciones sociales que el sistema patriarcal nos asigna dependiendo de nuestro sexo, y se nos encorseta en un sistema de identidades binario. Claro que algo ha cambiado, y hoy podemos ver también a alguna niña vestida de bombero o un niño jugando a cocinar en determinadas publicidades de programas infantiles. Sin embargo, esta no es la norma. Gran parte de este tipo de anuncios sigue transmitiendo los estereotipos de género de siempre. Cada vez, afortunadamente, más madres y padres se rebelan contra esta imposición. Pero el problema no es, en la mayoría de casos, el juguete, sino el carácter que se le da. Esto hace que el juego sea utilizado como un instrumento para promover y consolidar las desigualdades de género y el sexismo, así como actitudes violentas, competitivas e individualistas, en consonancia con los valores sociales que algunos quieren hegemónicos. Lo mismo ocurre con los dibujos animados. A veces, lo que queremos combatir en casa entra discretamente a través de las pantallas y los televisores. Ser conscientes de este hecho es el primer paso para cambiarlo. Aunque no siempre es fácil ir a contracorriente de la norma.