Por Arturo Brooks
El tiroteo en una escuela primaria de Nashville, con el que EE.UU. empezó esta semana fue la balacera masiva número 129 en lo que va del año. Ocurrió el día 86 de 2023, es decir, en EE.UU. se han producido, desde el 1 de enero: 1,5 tiroteos al día en promedio. Así, en la nación que dice ser paladín de la justicia y que vigila, como policía del mundo, la paz, el respeto a los derechos humanos y la democracia en otros países, pero no mira dentro de su propio territorio, donde para un joven es más sencillo comprar una ametralladora que una cerveza. Después de haber cometido el atroz crimen contra niños 9 años, no puede haber duda de que la atacante no era una persona mentalmente sana. Algunos “analistas” hicieron referencia a que la atacante era transgénero, como queriendo insinuar que su identidad genérica habría tenido que ver en la decisión de asesinar. Pero la afectación de la salud mental no es la causa principal de los cientos de ataques que se registran en ese país que hacen llamar como el del sueño americano y que cada vez más es el de una pesadilla. Si bien uno de los principales retos del siglo XXI es atender las enfermedades mentales, las balaceras masivas en escuelas, y en otros sitios públicos, responden principalmente no a ello, sino a la facilidad que existe para comprar armas. Misma facilidad con que personas que presentan trastornos mentales, que pueden volverlos peligrosos para ellos mismos y para la sociedad, tienen la posibilidad de adquirir, en un supermercado a un lado del pasillo de frutas y verduras, pistolas y fusiles de alto poder que una vez pagadas llevan a sus casas, en algunos casos a escuelas, y en muchos más, de manera ilegal, países de América Latina. Señalar como causa principal de las masacres masivas al estado de salud mental del perpetrador es un intento por distraer a la opinión pública y defender una cultura por las armas que la industria intenta preservar en el norte y exportar al sur del continente. Lo que algunos llaman un derecho fundamental -el de portar armas como fusiles de asalto-, al mismo tiempo piden la abolición de derechos como el de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. De ese tamaño es el calibre de la pesadilla americana que pretenden vendernos.