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martes, abril 29, 2025

Hojas Sueltas… Parábola real

Arturo Brooks

Desde hace muchos años es un ritual personal decembrino. El rito comprende releer de un tirón “A Christmas Carol”, de Charles Dickens, obra que vislumbra que otra Navidad es posible, distinta de las deformaciones que la sociedad ha hecho de ella.
De los personajes de la literatura mundial, el creado por Charles Dickens, Ebenezer Scrooge, es uno de los más memorables y arquetípicos de lo que puede suceder a una persona cuando las circunstancias de la vida la ponen ante una encrucijada definitoria. De nuevo me topé con él gracias a la magia de la lectura. Me concentré en el periplo de Scrooge, en su milagrosa transformación que afectó para bien a la comunidad que lo rodeaba.
El libro de Dickens, conocido en español como “Una canción de Navidad” (le vendría mejor Un villancico de Navidad, título más cercano al espíritu del original inglés) y disponible en múltiples ediciones de los más variados precios, es una narración conmovedora y que, por su extraordinaria calidad, sigue cautivando a sus antiguos y nuevos lectores. Apareció por primera vez el 17 de diciembre de 1843. En una semana se vendieron 5.000 copias y pronto tuvo que ser reimpreso. Desde entonces se perfiló como obra clásica y modelo para otros escritores que se han ocupado de la Navidad en cuentos y novelas.
El despiadado hombre, el mismo que se negaba a contribuir para aliviar los estragos del hambre y la pobreza en la niñez bajo el malthusiano argumento de que la muerte de tantos infantes era una forma de controlar el exceso de población, experimenta una conversión radical. Su conversión le representó pasar de una vida solitaria y centrada en sí mismo, a una dada en servicio hacia los demás. Esto fue posible por haber descubierto que el espíritu de la Navidad descansa en la encarnación del Verbo “que aunque era rico se hizo pobre” (2 Corintios 8:9, Nueva Versión Internacional) por causa de nosotros.
La narración de Dickens está impregnada del espíritu bíblico, en particular del Nuevo Testamento. Dickens construye una parábola magistral, que nos lleva a identificarnos con los personajes, a ser interpelados por ellos y a considerar cambios en nuestras conductas.
Las obras literarias difícilmente van a cambiar el mundo y sus terribles injusticias. Pero sí tienen el potencial para refrescar el alma, conmover los corazones de sus lectores y cambiar de rumbo.

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