Hojas Sueltas. Noche de frío

Ballpoint pen attached to blank loose-leaf paper placed on wooden table

Por Sergio A. Rossi.

La última glaciación ya había durado 10.000 años. Los animales se iban yendo hacia el sur y había que seguirlos. Los mamuts y los mastodontes eran difíciles de cazar, y difícil era también, al matar uno, competir con los tigres dientes de sable que venían y se aprovechaban del trabajo de la tribu.
Todavía no había un buen manejo del fuego, que se apagaba demasiado pronto. Costaba encontrar leña seca en abundancia y pieles suficientes para abrigarse del frío, cubriéndose de a varios, todos amontonados y apretujados para darse calor. Sufría mucho el brazo o la pierna que quedara a descubierto, y ni hablar si el cuerpo entero. El entumecido se convertía en presa fácil para lobos, águilas y osos. Obligada organización por turnos para mantener la hoguera en la noche. Noches de guardia y de lucha contra el sueño individual propio, para velar por el sueño de los que duermen. Esfuerzo, disciplina y colaboración en la manada sostenían esa lucha perpetua por el alimento y el calor. A duras penas iban pasando los siglos, y en esos años de años y aquellos miles de miles de kilómetros de caminata hacia el sur, se iban dando pequeñas innovaciones: usar piedras, seleccionar las más puntiagudas, aprender a afilarlas, descubrir la leña mejor para el fuego, encontrar polvos y sales para que el cuero demorara en deshacerse. ¡Qué respeto ha de haber ganado cada uno de aquellos anónimos descubridores, artesanos e inventores! Un tiempo en que se iban perfilando la química y la cocina, la medicina y la religión, el arte y la guerra, la organización y la música. Y la economía, claro. En una de esas noches de viento, de frío y de escarcha, de alimento escaso, fuego tenue y cobija corta, uno de los curtidores hizo una propuesta novedosa: “Denme las pieles para mí, para mi mujer y mis hijos. Sufrirán ustedes unas noches de frío mortal, pero gracias a que nosotros durmamos cómodos y calentitos, produciré mejor y más abrigo. El futuro será un derrame cálido, como el viento que sopla del sur en el verano”. Lo expulsaron de la manada porque la tribu ignoraba los principios de la moderna ciencia económica. Mientras el frío le nublaba el entendimiento sintió que le hablaba el futuro. Y cuando los vio venirse encima, en aquella lengua primitiva, les dijo cosas sobre eficiencia y bastarse solo a los lobos y buitres que hicieron el resto.