HOJAS SUELTAS. Lugar y ausencia

Sergio A. Rossi

Viví sólo 17 años en mi ciudad natal y nunca he podido decir, después, que soy del lugar en que vivo. Uno es del lugar donde ha nacido. Me llamaba muchísimo la atención y me inspiraba tristeza saber de tantos hijos de amigos de mis padres que se habían ido a estudiar y no habían vuelto. Yo me juraba que regresaría, en una especie de antiporteñismo atávico o de pulso contra la concentración urbana en las grandes ciudades. Sensación de fracaso. Yo no volví, no han vuelto mis hermanos, y la ciudad concentró población fuera de toda planificación. Como dice una canción, el río que a veces da y a veces quita, va arrastrando hijos aguas abajo. Y esos hijos añoran, como dice otra canción, ser sus aguas tranquilas, irse cauce abajo y retornar lluvia para ser río nuevamente. Metáfora político-fluvial, Fermín Chávez decía que los ríos llevaron a Caseros, sugiriendo que nuestra historia ha estado determinada por las corrientes de la cuenca del Plata, y Scalabrini que un suspiro soltado en Salta o la capital correntina terminaba rodando hasta la esquina de Corrientes y Esmeralda.
Es más la gente que baja el río que la que sube. Subirlo es episódico y requiere una carga de energía de excepción. Se sube –se subía– movido por la ambición del oro, expulsado por el hambre, temeroso de la guerra, perseguido político. Y apenas asentado se empieza a bajar, en uno mismo o en sus hijos.
Hace un tiempo vi una hermosa muestra de la ciudad de hace 100 años. La reconfiguración edilicia desde esas fotos y esas evocaciones no deja de conmoverme. Como me conmovió hace añares una carta del primer Evaristo Carriego en que evoca la aldea de su infancia, en 1830, y la compara con el progreso que se despliega en la capital urquicista. Calvino cita dos tipos de dioses del hogar, unos que forman parte de la casa, y que ahí se quedan cuando la familia se muda, que quizás estaban ya en el lugar cuando era un terreno baldío, escondidos entre las malas hierbas; y otros que siguen a las familias y se instalan en los nuevos alojamientos. Cuando era chico no sólo me sentía del lugar, sino que sentía que mi familia siempre había vivido ahí. A veces, ahora más viejo y distante, dudo si hay gente que vive en lugares o si hay lugares que ven pasar gentes.