Hojas sueltas… Libros y viajes

Luis B. García Escritor

Luis Britto

1. Literatura de viajes es una de las pocas redundancias felices. La lectura es peregrinación desde la letra inicial hasta la final, y la propia oración es travesía de la cual sale modificado, enaltecido o aniquilado el sujeto que la inicia. El lector cumple la paradoja perfecta del viajero inmóvil. Al igual que el trashumante, algo se modifica en él, y al final de su periplo deviene, como el viejo marino de Coleridge, un hombre más triste y más sabio. Viajamos para conocer el mundo; si somos afortunados apenas llegaremos a conocernos un poco más nosotros mismos.

2. Viaje, imagen de la vida, del crecimiento, de la transmutación. Quien viaja rompe vínculos, se exilia. Ulises enfrenta cada día una muerte distinta, mientras Penélope viaja cada día del principio al fin de una tela siempre idéntica. No hay partida que no arroje duda sobre el regreso. Por lo mismo que ambiciona, el viajero renuncia. Partir, quizá soñar. Toda religión es un viaje imaginario a partir del último instante.

3. ¿Existe en verdad una distinción entre el viajar tangible y el fantaseado? Por real que sea un viaje, se lo emprende en alas de lo imaginario. Somos una especie trashumante: dedicamos nuestros primeros millones de años a la recolección, la caza la pesca; sólo nuestro hermano Caín nos sembró en la tierra y nos convirtió en sedentarios y por tanto en soñadores. Así como los hombres se dividen entre aristotélicos o platónicos, también se separan entre estacionarios o errabundos. El Ser no tiene otras raíces que las imaginarias. Con el empequeñecimiento del mundo por la conquista o el comercio, el nuevo trashumante es a la vez viajero y autor y sus testimonios capitulan ante una que otra realidad.

4. Todo viaje es un progreso que se desarrolla paralelamente en lo exterior y lo interior. La más perfecta forma de travesía es el viaje iniciático. El Quijote que deserta de un lugar de la Mancha corta voluntariamente vínculos con la realidad, de la cual no quiere acordarse. En vano tropezará con ella a cada paso de Rocinante; el delirio transforma todo, salvo su lugar natal, al que regresará descalabrado como Alonso Quijano. Nadie es caballero andante en su tierra. Sólo la ajena comarca desata la lengua del memorialista o del profeta. Viaje que no culmina en una Revelación es perdido.