Hojas Sueltas. Lenguaje II

Por David Bueno

Nuestro sistema de comunicación lingüística es exponencialmente más potente que el de cualquier otro ser vivo, y no sólo incluye significados concretos e instrucciones precisas, sino también emociones y sentimientos, metáforas, frases con significados ocultos más allá de los textuales, etcétera. Incluso somos capaces de hacer poesía con este sistema tan elaborado de comunicación. Las palabras, como la capacidad de hacer construcciones sintácticamente organizadas hasta un número infinito de posibilidades diferentes, nacen en el cerebro, un órgano blanquecino del tamaño de un coco y la textura de la manteca, que está formado por miles de millones de células conectadas entre sí, las neuronas. Su actividad, es decir, la forma en que se van comunicando las neuronas a través de redes neurales concretas de manera dinámica, genera nuestra vida mental, incluido el lenguaje. En este sentido se han identificado diversas áreas especializadas directamente relacionadas con los diferentes aspectos de la producción y la comprensión del lenguaje, como las llamadas áreas de Broca y de Wernickle, las que también establecen conexiones con las zonas de control emocional (como la amígdala), de gestión de la memoria (el hipocampo), de generación de elementos creativos (como la corteza prefrontal), y con el llamado cerebro social. Incluso se han identificado genes relacionados directamente con nuestra capacidad lingüística, como un llamado FOXP2. Lo que hace diferente el lenguaje humano de cualquier otro sistema de comunicación es la capacidad de combinar sus elementos de infinitas maneras, con frases cortas y largas, con subordinadas, y subordinadas de subordinadas, etc. Y, también, de transmitir información más allá del sentido literal de las palabras, y de poder decodificar y entender. Nuestras frases no son instrucciones precisas y de significado inalterable, como los elementos comunicativos individuales de los chimpancés, los delfines y las orcas, lo que permite, además, que las vayamos haciendo y rehaciendo a medida las pronunciamos, en función de cómo percibimos que los oyentes las están entendiendo y de la influencia que queramos ejercer sobre ellos. Incluso podemos hablar y entender varios idiomas con un mismo cerebro y con unas mismas estructuras neuronales, discriminándolos y sin mezclarlos. El cerebro tiene la clave del lenguaje. Por eso el lenguaje es la principal forma de cohesión social y de transmisión cultural, dicho sea de paso, la segunda forma de cohesión social en importancia es el sexo. Pero de eso hablaremos en otra ocasión.