David Bueno
Deberíamos preocuparnos por los niños cada día y no sólo cuando la prueba PISA, la explotación laboral o los abusos nos recuerdan sus carencias y tragedias.
El desarrollo mental aumenta con la lectura comprensiva y la libre expresión escrita. Aprender a leer y a escribir produce cambios en áreas específicas del cerebro que, a la vez, estimulan otras zonas aunque no estén relacionadas con el lenguaje. Lo confirma la investigación neuropedagógica. Para algunos estudiosos de los procesos de aprendizaje, el mejor método para que los niños se apropien de la palabra escrita es el creado por Celestin Freinet, maestro normalista francés (1896-1966). “Los infantes aprenden a hablar, hablando; a escribir, escribiendo; y a leer, leyendo. Hay que respetar el impulso natural, su ‘tanteo experimental’: los infantes crean hipótesis cognitivas, las ponen a prueba, las desechan o integran”.
Es importante para la niñez vivir en un ambiente alfabetizador: libros disponibles en casa y ver, leer y escribir a los adultos. El dibujo espontáneo es el origen de la libre expresión. En la niñez un dibujo equivale a un texto: se puede leer y expresa ideas o impresiones sensoriales. En las escuelas Freinet, cada alumno muestra sus dibujos y habla de ellos frente al grupo. A eso se suma el cuaderno de vida colectivo impreso con lo mejor escrito por cada alumno.
Como ocurre con el balbuceo –sin sentido aparente– en el lenguaje hablado, el infante hace garabatos que evolucionan al grafismo y al dibujo.
La escritura se desprende del dibujo. A los 3 y 4 años de edad, los niños ya identifican y escriben su nombre y el de sus compañeros. Todos los días se escribe en el pizarrón una frase sobre lo más interesante del día, a decisión de los propios niños: “Hoy escuchamos música mientras dibujamos”. “Nos encontramos una lagartija en el patio de la escuela”. Así poco a poco hacen suyas letras, palabras y frases significativas. No es ciencia aeroespacial, es algo de bastante sentido común y fácil de introducir en la enseñanza. Pero se necesitan docentes comprometidos y actualizados, que ejerzan su función esencial sin soportar las penurias de un salario de miseria.
Maestros que gocen de prestigio social, que ejerzan su profesión con el reconocimiento expreso de todos, empezando por el gobierno. Muy pocas personas influyen tanto en la vida futura de un niño como los buenos docentes.