Alfredo Serrano
Tengo una muy mala noticia para Javier Milei: el arte de gobernar es infinitamente más difícil que el arte de panelear (es decir: comentar absolutamente todo en televisión, radio y redes sociales). La tan anunciada Nueva-Vieja Era ya está aquí. Y a partir de ahora el Presidente, además de hablar, tendrá que actuar y decidir. A partir de este momento, no le valdrá únicamente con saber comunicar. A esta experticia tendrá que sumarle otra: saber hacer. Dicho de otro modo: gobernar requiere del Poder Ejecutivo y no sólo del poder comunicativo. Lo que implica, a su vez, transitar de las generalidades a los detalles. Esto es: traducir al terreno de lo concreto su mantra del “ajuste+shock+motosierra porque no hay alternativa”. Milei deberá precisar y especificar cómo se aplica cada idea, con qué instrumento legal, con cuál apoyo parlamentario, cuál es su sustento, a quién afecta, en qué magnitud y tiempo. Para afrontar este desafío propio de la praxis política que se le avecina, Milei, que presume de ser muy buen lector, seguramente buscará en libros y textos las respuestas más certeras. ¿Cómo será la biblioteca que tiene el presidente en la Quinta de Olivos? ¿Cuántas corrientes de pensamiento estarán presentes? La imagino con cuatro estanterías, con estos títulos: 1) Anarco-liberalismo experimental. 2) Macrismo conservador. 3) Retromenemismo. 4) Negacionismo a lo Villarruel. Como sucede en toda librería, también hay una sección llamada Cajón de sastre, con un poco de todo: FMI, doctrina Monroe, Jabad-Lubavitch, darwinismo, fascismo, cinología, banca y especulación, anarquismo y, por supuesto, autoayuda. Una amalgama muy variopinta que genera incertidumbre. Más de la que había. Este podría ser el futuro de Argentina salvo que aquellos que lo respaldaron electoralmente comiencen a oponerse políticamente. Este fenómeno, que puede parecer utópico en los primeros días, con el paso del tiempo ocurre más regularmente de lo que nos imaginamos. Es más: este casi tercio es muy heterogéneo y altamente volátil. Pero, paradójicamente, este mismo rasgo de época también podría ser la causa de una pérdida acelerada de sustento, si no resuelve los problemas cotidianos a la mayor brevedad posible. Porque las necesidades jamás tienen paciencia. Si Milei cree que todo se resuelve comunicando, con diagnósticos y propuestas genéricas, el mileísmo no ganará la batalla política. Ni tampoco la cultural. Porque para que triunfen las ideas no se pueden descuidar los hechos y sus consecuencias.