Hojas Sueltas. Intelectuales

Luis B. García

Intelectual es un término de moda desde 1880, cuando un grupo de pensadores y artistas fija posición en Francia sobre el controvertido caso Dreyfus y tras un tenaz debate logra su revisión. Si la terminología es novedosa, el tema se remonta a las primeras sociedades humanas. Desde las tribus originarias con sus chamanes, Egipto con sus escribas, China con sus mandarines, Grecia con sus filósofos y la Edad Media con sus monjes han existido seres humanos especializados en la concepción, preservación, difusión y aplicación de ideas. Sin trabajador intelectual no hay civilización. Desde que el sapiens empleó por primera vez un guijarro como herramienta, los trabajadores intelectuales originan y preservan las más decisivas prácticas y trascendentes cambios de la Historia. Actualmente, activan el llamado sector terciario de la economía (investigación, educación, información, turismo, entretenimiento, finanza, política) que genera cerca del 70% del PIB global. La fisonomía de un país se revela más que por cualquier otra cosa por la proporción de trabajadores intelectuales que aloja. Pero una mayoría de éstos sólo aplica fórmulas y procedimientos elaborados por otros, sin añadirles ni omitirles componente alguno. Para ser calificado de intelectual el trabajador intelectual debe además ser creativo, proponer nuevas ideas o conocimientos o reelaborar los que existen. La influencia en el debate público se puede ejercer incluso fuera de la voluntad del trabajador intelectual. Nadie más alejado de la intención de participar en una polémica pública que Nicolás Copérnico, quien dispuso que sus trabajos sobre el sistema heliocéntrico permanecieran inéditos hasta después de su muerte. Pero la idea expresada en ellos era de tal relevancia, modificó nuestra percepción del mundo, que todavía hoy hablamos de revoluciones “copernicanas”. De igual forma se negó Charles Darwin a participar en el enconado debate que suscitó la publicación de “El Origen de las Especies”, pero sus investigaciones todavía determinan en gran parte la manera en que interpretamos la vida. También son intelectuales las personas cuyo trabajo conceptual opera un decisivo efecto económico, político, social o cultural, aunque éste no haya sido previsto por su autor. Toda la modernidad fue preparada por vanguardias ilustradas. Para la constitución de éstas es necesario un núcleo de trabajadores intelectuales con dificultades de integración social y habilidad para participar en el debate público; con creatividad para formular un proyecto; que el mismo suscite adhesiones; que éstas sean validadas por un compromiso, y que dispongan de medios de comunicación para divulgarlo.