David Bueno
Todos sabemos qué es un proceso inflacionario. En términos económicos, es un aumento generalizado y persistente de los precios de las mercancías y los servicios, que implica una reducción del poder adquisitivo del dinero. En cosmología, es el proceso de expansión exponencial inicial del Universo que se supone que ocurrió poco después del Big-bang. Después de este período inflacionario, el universo comenzó una época de gran brillo con grandes cantidades de energía en danza, que todavía se pueden ver cuándo se observan las lejanías del Universo. Mirar las lejanías equivale a hacer un viaje en el tiempo, lo que ha tardado la luz y las demás fuentes de energía a llegar hasta nosotros. A continuación, sin embargo, se desaceleró y comenzó una época oscura hasta que las primeras estrellas encendieron las reacciones nucleares y poblaron el espacio con una luminosidad puntual. Aunque los científicos siempre nos quejamos –a menudo con razón– que no se invierte lo suficiente en investigación, lo cierto es que la producción científica vive un claro proceso inflacionario, como el Universo inicial. Varios datos lo demuestran. Las he obtenido de una de las plataformas más utilizadas por buscar artículos científicos, PubMed, del National Center for Biotechnology Information de Estados Unidos. Según esta base de datos, en 1976 se publicaron 252.495 artículos científicos en revistas especializadas. En 1996, se publicaron casi el doble, 452.807. En 2006 se publicaron 732.430, El año pasado fueron 1.256.276: casi cinco veces más que 40 años antes y el doble que en la década anterior. Esta acumulación de datos, propia de la sociedad de la información pero que no implica necesariamente un paso directo hacia la sociedad del conocimiento, tiene diversas consecuencias. Por un lado, ningún buscador puede estar al día de todo el material que se genera en la minúscula parcela de conocimiento en la que trabaja. Según un estudio publicado en el Journal of Infometrics, titulado Disminución de la atención en la ciencia, esta alta productividad implica que la calidad y la singularidad científicas disminuyen en beneficio de la cantidad y la redundancia. En la sociedad esta cantidad y redundancia se puede percibir fácilmente como una banalización del mismo conocimiento científico hacia la pérdida de originalidad y de interés, por sobresaturación. Sin una buena divulgación, si no se profundiza y se amplía la alfabetización científica, la percepción que puede tener la sociedad es que la ciencia impulsa su propia banalización.