Ariel Vercelli
Las tensiones entre Estados Unidos y China siguen en aumento, el 7 de octubre el Departamento de comercio de EE.UU. publicó varias restricciones económicas orientadas a ralentizar el desarrollo tecnológico de China. Se trata de controles de exportación para que China no pueda comprar chips avanzados y que, supuestamente, servirían para fines militares, desde supercomputadoras, armas de destrucción masiva e inteligencias artificiales. En la lista de las 31 empresas chinas con las que no se puede comerciar tecnologías norteamericanas se incluye, entre otras, a la principal empresa de memorias Yangtze Memory Technologies.
A principios de octubre, el gobierno de EE.UU. anunció un amplio conjunto de controles de exportación de tecnología, incluida la prohibición de envíos a China de ciertos semiconductores fabricados en cualquier parte del mundo con equipos de EE.UU. El objetivo es paralizar la capacidad de China para fabricar chips avanzados. Obviamente, la respuesta no se hizo esperar: Mao Ning, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, afirmó que responderán “el golpe” y advirtió que, si Washington elige continuar dividiendo la cadena industrial y perjudicar los intereses de otros, “la economía de EE.UU. se aislará de la cadena de suministro global”.
Tras la medida, las empresas de chips de todo el mundo han estado lidiando con cambios caóticos y pérdidas. El índice de semiconductores de Filadelfia, un indicador del sector, ha perdido más del 9% desde que se introdujeron las nuevas medidas. Al tiempo que Intel, una de las principales empresas de chips de EE.UU., reconoció que planea “su mayor ronda de despidos desde 2016”, con miles de trabajadores que serán desvinculados a fin de mes.
Varios expertos han marcado que este tipo de restricciones comerciales sólo pueden ser efectivas si también los aliados comerciales de EE.UU. se niegan a mantener intercambios mercantiles con China. Aquí surge una pregunta obligada: ¿cuánto les costarán estas medidas comerciales a sus socios asiáticos? Japón, Corea del Sur y China-Taiwán podrían perder cerca del 30% de sus ventas.
Todo indica que, al igual de lo que ocurrió con las sanciones impuestas a Rusia, y que derivaron en las penurias energéticas de Europa, las restricciones tecnológicas que impone la administración de Biden a China resultarán contraproducentes para sus socios asiáticos. Y, claro, mucho más inconvenientes para la isla de Taiwán: recordemos que alrededor del 60% de sus exportaciones de semiconductores en el 2022, viajaron para China continental.



