Por: David Bueno
Doctor en Biología. Genetista.
La mitad de lo que somos lo condicionan nuestros 24.000 genes. La otra mitad, lo determina el entorno sociocultural.
Tomemos por ejemplo al gen que gestiona el metabolismo de las grasas. Si tenemos por costumbre ingerir muchas grasas, ese gen trabajará para minimizar daños, y quedará marcado. No es que mutará, sólo tendrá una marca epigenética. El gen es como una ruta, y la marca, como una señal de tránsito (que puede indicar máxima, 80km/h). La ruta, el gen, es la misma, no cambia el asfalto, la pendiente, ni nada. Pero con la marca (epigenética) funciona de cierto modo. Ese cambio epigenético se transmite de padres a hijos. Y si el hijo ya no ingiere tantas grasas…, de todas formas su epigenética lo hará diabético. Aunque no lo transmitirá a la siguiente generación. Muchas otras conductas asumidas por el entorno nos marcan a nosotros y nuestra futura progenie.
Hoy sabemos que las redes neurales de sexo y agresividad circulan en paralelo, por la competitividad necesaria para aparearse. Pero a veces se confunden: de ahí maltratos, sadismos y otras conductas anómalas.El sexo proporcionó grandes ventajas desde el punto de vista de la evolución. Hizo individuos distintos de los dos progenitores, lo que aumenta las posibilidades de sobrevivir ante cambios ambientales, como gripes o pandemias.
El primer sexo es anterior al primer organismo vivo, hace 3.800 millones de años. Fue cuando unas protocélulas -aún no seres vivos- mezclaron sus materiales genéticos -¡sexo!- hasta formar el primer ser vivo. Hemos sobrevivido desde entonces gracias al sexo. Y es más importante de lo que se cree. En nuestro laboratorio hicimos un experimento con moscas del vinagre.
Apartamos dos grupos, ambos con la posibilidad de libar unos fermentos (equivalentes a una copa de vino). A unas las dejamos sin aparearse, sin sexo. Las otras sí podían. Y sucedió que las que tenían sexo ni siquiera cataron el vino.
Las que no tenían sexo… ¡se dieron al alcohol!. Porque el sexo despierta neurotransmisores que provocan apego a la pareja y a la gente. Después del buen sexo… ¡nos gusta la gente! El sexo es un cemento social, un cohesionador, el más potente después del lenguaje.