Hojas Sueltas. Genes y cultura

Por David Bueno

Somos genética y somos cultura, casi a partes iguales. Los humanos tenemos un legado que hemos heredado de nuestros progenitores, en forma de genes concretos que nos han entregado, y de la educación, una herencia que es biológica y también cultural.
Pero a pesar de la herencia biológica y cultural que hemos recibido, tenemos capacidad para poder matizarla. Aunque buena parte de nuestra forma de ser ya está hecha, tenemos camino por recorrer en la dirección que deseamos. A los genes no podemos cambiarlos, pero el ambiente, sí.
Por lo tanto, si detectamos algún aspecto de nuestro comportamiento que creemos que podemos mejorar porque no nos gusta, a base de ir pensando, de ir reflexionando y de ir siendo conscientes de cómo actuamos, poco a poco lo podremos ir modificando. Porque no es que seamos la herencia de nuestros genes o de cómo nos han enseñado, sino que, hasta cierto punto, podemos guiar, un poco, cómo somos y cómo queremos ser. Se ha visto que hay personas con mayor predisposición genética para ser, por ejemplo, resilientes o para ser optimistas y mantener un buen estado de ánimo. Todas estas características cognitivas tienen un sustrato biológico en el cerebro, en algunas zonas y en determinados neurotransmisores. Que tengamos una determinada tendencia política es un rasgo que viene determinado por ambas cosas. Existe cierta influencia genética en el hecho de ser más conservadores o más progresistas (el análisis sólo se puede mirar de este modo, no por qué partidos en concreto). Y también afecta a todo el ambiente que nos ha rodeado. Por ejemplo, se ha visto que las personas educadas en un clima de miedo tienden a ser más conservadoras. Vivir con sensación de amenaza, como durante la pandemia, provoca un deseo de autoritarismo, y hay sociedades que, frente a la incertidumbre, se convierten en más autoritarias.
Ahora bien, el ambiente mental que nos generamos nosotros mismos también es muy importante. Si, por ejemplo, cuando nos sentimos abatidos somos capaces de pensar en algo que nos haga felices o que nos ilusione, se producen unas descargas de determinados neurotransmisores, como la serotonina, que mejora nuestro estado de ánimo, y la dopamina, que ayuda a mantener nuestros objetivos. A pesar de todos los condicionados genéticos, epigenéticos y ambientales, parte del ambiente, como el ambiente mental, depende también de nosotros.