Néstor Belini
A pesar de las innumerables evidencias que la historia exhibe del innegable vínculo que une al fútbol con la Política, no son pocos los actores que se desempeñan en ambos ámbitos, que realizan ingentes esfuerzos en negarlo. Así, los mensajes a la sociedad son ambiguos, contradictorios y no suman para generar espacios donde lo colectivo encuentre un cauce más de desarrollo que permita a los argentinos y argentinas, sentirse partes de un todo sin por ello, despersonalizarse o sentirse usados con fines que no serían de su interés. El Mundial 2022 no escapó a aquella lógica, que conviene repensar. Tal vez el punto más alto del intento de desvincular el fútbol de la política fue el uso que se le dio a la decisión de los campeones de no visitar la Casa Rosada. ¿Habrá influido el miedo a sentirse usados? no lo sabemos, pero lo podemos suponer. Sin embargo, el miedo, si es que existió, a poco de pensarlo, se desvanece. Nadie con capacidad de pensar y leer la realidad y con buenas intenciones, podría suponer que el éxito de la Selección es el de una gestión de gobierno. Lo es, verdad de Perogrullo, de las políticas de Estado para sostener la actividad de clubes formadores de futuros cracks, que también incluye a los que no llegan a los máximos niveles pero adquieren valores como el esfuerzo individual puesto al servicio de un fin colectivo, la solidaridad y la disciplina, que coadyuvan a alejar a los jóvenes de la droga y el delito. En redes sociales se difundió con mucha repercusión y reenvíos, la situación de un jugador de Irán que sería ejecutado por, supuestamente, apoyar la lucha de las iraníes por acceder a derechos. No tuvo la misma difusión, en redes sociales, la de un jugador de Palestina que habría muerto como consecuencia del accionar del ejército israelí. En este sentido, no habría nada de lo que asombrarse. Algunas muertes tienen más prensa que otras. Lo que sí queda expuesto, es el uso con fines proselitistas de situaciones similares. Con iguales parámetros se puede pensar, antes del Mundial, la guerra entre Ucrania y Rusia. Los canales de deportes de cadenas internacionales ilustraron sus pantallas con un cintillo que primero proponía «no a la guerra», para luego cambiarlo por uno con fines proselitistas más específicos: «no a la invasión».