HOJAS SUELTAS. De ayer y de hoy

Ballpoint pen attached to blank loose-leaf paper placed on wooden table

Por Sergio A. Rossi

Hace unos 1.000 años, antes aún de las cruzadas, se forjaron dos mitos fundantes de naciones e imperios; mitos que enhebraron historias y leyendas, que hablaron, hicieron hablar y fueron hablados por generaciones. Aunque no sean pura invención tampoco son rigurosamente históricos. Algo enseñaron y algo enseñan a quien quiera bañarse en sus aguas de nuevo, y a quien quiera reflexionar en política.El de la Reconquista Cristiana de España es el Cantar del Mio Cid. Rodrigo Díaz de Vivar es un fiel defensor de su Rey, que siempre lucha fuera del palacio, nunca entre sus paredes y con intrigas. Siempre combate a los enemigos; siempre se comporta con caballerosidad, ingenio y valentía; siempre trata con dignidad a los derrotados.Y aunque Rodrigo es buen vasallo y aporta triunfos y riquezas a su Señor, sufre envidias y conjuras de cortesanos que, mientras él está en campaña, siembran rumores y malicia en el entorno del Rey. Una y otra vez el Cid ratifica su lealtad y devuelve los agravios con nuevos triunfos en honor de Castilla. Las conjuras de los mediocres Infantes de Carrión, que burlan y engañan al Rey, no lo mueven de su conducta recta, y deglutiendo el rencor de las afrentas el Cid afirma su dignidad. Frente a la ingratitud, aún en la adversidad, aún en la injusticia, Rodrigo tiene en claro quién es el enemigo y contra quiénes deben ir su lanza y su espada Tizona. La expansión y la grandeza de Castilla tuvieron en esa historia un sostén e inspiración.La Inglaterra medieval nos lega la saga de Arturo, con Excalibur y la Piedra, la Dama y el Lago, pero sobre todo con la Mesa Redonda. La idea de que sólo con la presencia y el acuerdo de todos los caballeros en torno de la mesa puede salvarse el reino, es una idea rectora. Cuando los caballeros riñen entre ellos, cuando los rencores, envidias y traiciones, priman sobre la Concordia, el reino se desangra, las cosechas se frustran, la peste y el hambre se enseñorean. La paz y la prosperidad de Inglaterra exigen que se depongan enconos y caprichos, pero también que nadie prime sobre los otros. La idea de la mesa completa y plena, sin exclusiones, de acuerdos entre pares y no de mandones, es una lección política que el mito nos ofrece y que la prudencia sugiere recoger.