Hojas Sueltas… Cripto- prohibiciones

Arturo Broocks

aSi usted, en 2017, hubiera apostado y comprado una moneda digital relativamente nueva llamada Bitcoin, hoy en día usted sería multimillonario. Pero mientras que esta industria ha proporcionado ganancias inesperadas para algunos, las comunidades donde se ha instalado han tenido que pagar un precio. Las criptomonedas se crean mediante computadoras que resuelven complicadas ecuaciones matemáticas, un proceso que despegó después de que la empresa china Bitmain comenzara en 2016 a vender una máquina con circuitos integrados para esta aplicación que permitieron realizar estas operaciones mucho más rápido. Casi de la noche a la mañana, empezó una nueva carrera armamentística de la “cripto-minería”. Mucha gente empezó a buscar fuentes de energía baratas para poner en marcha grandes granjas mineras de Bitcoin utilizando estos circuitos. La criptomoneda devora electricidad: cada transacción de Bitcoin consume 1.173 kilovatios-hora, más de lo que usa cualquier ciudadano de altos ingresos que jamás apaga un foco en su casa. En 2020, la cripto-minería mundial requirió más energía que toda Suiza. Pero el problema no es solo la energía que gastan y el carbono que emiten, sino que por la naturaleza automatizada de estos servidores implica que las nuevas minas generen pocos empleos locales, crean bastante menos trabajos que un local mediano de McDonald’s. Ahora muchas ciudades que veían con buenos ojos a estas empresas comienzan a ponerles restricciones también por el ruido que ocasionan. La cripto-minería puede ser un buen negocio para sus inversores pero deprimen a las economías locales. En lugares con suministros de electricidad fijos, estas operaciones absorben la capacidad de la red, lo que provoca escasez de suministro, racionamiento y apagones. Incluso pueden desplazar a otras posibles industrias que pueden emplear a más personas. Mientras la minería sea tan rentable, las “cripto-prohibiciones” con las que se las quiere regualar, trasladan el daño a nuevas ubicaciones. Cuando China prohibió las granjas de criptomonedas en 2021 para lograr sus objetivos de reducción de carbono, esas operaciones aumentaron en otros lugares como Kazajstán, donde la electricidad proviene principalmente del carbón. Se estima que el uso de energía de las criptomonedas subirá otro 30% para finales de la década, lo que implica 32,5 millones de toneladas métricas adicionales de CO2 al año. Mientras suba el precio de Bitcoin, aumentarán las recompensas de la minería, y eso estimulará el uso de la energía, es lo que ahora se denomina como «el dilema del Bitcoin».