David Bueno
Hace 43 años, en 1978, un trabajo pionero realizado por investigadores de la facultad de Psicología de la Universidad de Texas en Austin, en los EE.UU., permitió ver que los niños que creen en la existencia de Papá Noel y otros seres mágicos durante más tiempo terminan siendo, en promedio, adultos más felices. Tal como suena. Creer en seres mágicos durante la infancia favorece nuestra felicidad incluso cuando ya somos adultos.
Según investigaciones realizadas con menores, el 85% de las niñas y niños de 4 años creen sinceramente en la existencia de Papá Noel. Este porcentaje se reduce al 65% a los 6 años, y a sólo el 25% al alcanzar los 8.
Pues bien, hasta esta edad de 8 años, cuanto más tiempo se cree en la existencia de la magia navideña, más probabilidad hay de que al alcanzar la edad adulta sean felices. ¿No es motivo suficiente para mantener estas tradiciones, las propias de cada cultura?
Sin duda es suficiente, pero en ciencia es necesario buscar explicaciones a todos los experimentos que se hacen. Así que, ¿por qué sucede esto? Ya en este trabajo de 1978 y en un par de estudios posteriores realizados por el mismo equipo de investigación se demostró algo crucial: creer en estos seres mágicos durante la primera infancia no implica en ningún caso que al alcanzar la adultez estos niños y niñas vayan a ser supersticiosos, algo que sin duda puede preocupar a algunas familias. La preadolescencia se encarga de ponerlo todo en su sitio, de que aprendan a distinguir entre fantasía y realidad. Tampoco es cierto que engañarlos haciéndoles creer que estos seres mágicos son reales les vaya a producir algún trauma cuando descubran la verdad. Es más, es precisamente aquí donde comienzan las ventajas de creer en la magia durante la infancia. Porque el simple hecho de razonar por sí mismos que no pueden ser reales, normalmente entre los 6 y 8 años, estimula zonas de su cerebro que les van a resultar cruciales durante la adultez.
Nos referimos a áreas de la denominada corteza prefrontal implicadas, precisamente, en la capacidad de reflexión. Unas áreas que también se estimulan cuando les pedimos que piensen en lo que han hecho durante los últimos meses y que se hagan buenos propósitos para el próximo año. Reflexión y planificación son dos capacidades cognitivas importantes durante la vida adulta. Pero hay más, mucho más, como lo veremos mañana.