En cualquier decisión que tomamos las emociones juegan un papel crucial. Se ha comprobado que en el momento justo de tomar una decisión tenemos las áreas emocionales del cerebro especialmente activas, muy activas. Las racionales también, pero un poquito menos. Todas nuestras decisiones, absolutamente todas, contienen elementos emocionales. Esto quiere decir que en el momento preciso de elegir es el cerebro emocional que nos está guiando. Y se nutre de las reflexiones que hayamos hecho antes. Por eso es muy importante ayudar a los jóvenes a que reflexionen antes de elegir, para que a través de esta reflexión puedan escoger de la mejor manera posible, no viéndose tan influidos por el estado emocional de ese momento. Y eso se puede y se debe enseñar. Los cambios emocionales y físicos que vive el joven durante la adolescencia dificultan la toma de decisiones porque las redes neuronales que se activan cuando tomamos una decisión se encuentran en la corteza prefrontal que es la zona del cerebro que experimenta más reorganizaciones durante esa etapa, y eso hace que baje su eficiencia de funcionamiento. No es que los adolescentes no puedan decidir, reflexionar o planificar… simplemente les cuesta más esfuerzo poder decidir de forma reflexiva. Cuidar a nuestros adolescentes en cualquier situación, también en los períodos de incertidumbre en los que vivimos, implica apoyarlos emocionalmente. Eso significa confiar y estar cerca de ellos para que puedan confiar en nosotros, pero no estar encima de ellos, no atosigarlos, no agobiarlo. Se trata de estar cerca para que cuando lo consideren necesario puedan acercarse a uno con confianza sabiendo que te van a encontrar más o menos receptivo. Muchas veces nos daremos cuenta de que lo que hacen es hablar en nombre de otros y contar algo que les preocupa. El punto clave es confiar en ellos para que a su vez ellos puedan confiar en nosotros y también confíen más en sí mismos. La autoconfianza es clave para tomar buenas decisiones y hacer buenos planes de cara al futuro. En los últimos años se ha incrementado la demanda de las profesiones y profesionales vinculados a las emociones, como médicos, enfermeros, epidemiólogos, mediadores de paz o coaches. Y esta tendencia irá en aumento, porque la educación que durante siglos descartó a las emociones de su campo de actuación ahora las considera la base sobre la que construir toda la enseñanza.