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Concepción del Uruguay
viernes, abril 25, 2025

Hojas Sueltas… Civilización

David Bueno

Durante casi 3 millones de años nuestros antepasados vivieron como cazadores-recolectores y fue a este tipo de vida a la que sus genes, su fisiología y su psicología se adaptaron lentamente. Pese a ello, en la evolución biológica, la adaptación nunca llega a ser perfecta. El diseño del cuerpo y el cerebro es más bien subóptimo: su finalidad no es la de obtener la perfección, sino la mejor solución que permitan la supervivencia a corto plazo para incrementar así las posibilidades de reproducción. Soluciones que incluso supongan una merma de la salud a largo plazo. La evolución no puede desarrollar rasgos y características nuevos, sino que crea las nuevas adaptaciones a partir de estructuras ya preexistentes. Aun así, es más probable que cualquier ser vivo esté mejor adaptado a un medio similar a aquel en el que sus antepasados evolucionaron. Y el ser humano, gracias a su imaginación, ha ido modificando su entorno cada vez con mayor rapidez. La agricultura se inició hace unos 10.000 años y las primeras ciudades no aparecieron hasta hace poco más de 5.000. Durante este tiempo se han producido algunas adaptaciones genéticas. La mayor parte de las personas, por ejemplo, toleramos la lactosa en la edad adulta y hemos desarrollado resistencias contra algunos microorganismos que provocaron las grandes epidemias. Estas adaptaciones, sin embargo, han sido pocas en comparación con las que se produjeron en los 3 millones de años anteriores. El cambio de vida crucial del ser humano se ha producido hace poco más de 200 años, con el inicio de la revolución industrial y el éxodo de la población a las ciudades. Son pocos años para producir los cambios genéticos necesarios para amoldarse al nuevo entorno. Los cazadores-recolectores llevaban un tipo de vida que requería mucho ejercicio físico, su alimentación era rica en proteínas y vegetales y pobre en grasas, los cambios sociales y tecnológicos eran lentos y disfrutaban del soporte material y emocional por parte del resto de los miembros del grupo. La revolución industrial trajo la alimentación con exceso de azúcares refinados, sal y grasas, la falta de ejercicio físico, el estrés crónico y la vida en ciudades, en las que muchas personas carecen de las redes de apoyo social. Ahora nos movemos poco, pero vivimos de prisa. Todo ello introdujo un aumento de la obesidad, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y los trastornos emocionales que caracterizan a nuestra civilización.

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