Andrés Asiain
“La inflación es siempre un fenómeno monetario”, repiten como mantra en el Gobierno.
Con esa frase incrustada en el cerebro, elaboran una particular interpretación de la historia, donde todos los problemas de la Argentina -desde las crisis externas recurrentes que implicaron la reconversión del modelo agroexportador del siglo XIX a uno industrial sustitutivo, hasta el sobre-endeudamiento que aplicaron gobiernos ultraliberales como los de la última dictadura militar, el menemismo o el macrismo-, se deben al déficit de las cuentas públicas.
Luego llevan esas curiosas ideas al presente para formular una compleja teoría por la cual se evitaría una hiperinflación “plantada” por el anterior gobierno, nada más y nada menos que aumentando bruscamente el dólar, las tarifas de los servicios públicos y los combustibles.
No hay que ser un genio de la teoría económica sino haber vivido el suficiente tiempo para saber que esas medidas van a generar una aceleración violenta de las tasas de inflación. Como, además, los tecnócratas libertarios decidieron acompañar el paquetazo con una política de tasas de interés fijas, el rendimiento de los activos financieros en pesos (incluidos los plazos fijos) se tornan altamente negativos. ¿Será que no saben que un rendimiento claramente negativo de los activos en pesos los va a empujar al dólar? ¿No previeron que ello va a presionar sobre la cotización del paralelo agravando la incertidumbre cambiaria en un contexto de por sí incierto por la elevada inflación? Lo saben, pero decidieron destruir los ahorros de los argentinos, licuándolos con la devaluación e inflación. Todo por la peculiar teoría de que así no van a poder pasarse a dólares, saneando las finanzas del mañana con el particular método de su destrucción en el presente.
“Hay luz al final del túnel”, señalan con un desconocimiento de la economía que muestra el deterioro de su enseñanza en las universidades privadas, donde los estudiantes salen repitiendo un par de máximas ortodoxas de manuales importados. Dada la hipótesis errada de que la inflación es monetaria, pero tiene rezagos de “18 a 24 meses”, imaginan que en dos años este ajuste reducirá la inflación. Sin embargo, la inflación no es monetaria y la inercia y la puja distributiva son los principales motores de la misma. Así, en 18 a 24 meses la economía se va a encontrar en franco deterioro productivo, con una muy desigual distribución del ingreso. Y con elevada tasa de inflación.