Hace 70 años partía Homero Manzi

En solo 43 años, Homero Manzi fue poeta, dirigente político, periodista, autor de tangos y milongas famosos, guionista y director de cine, mitificador del barrio de Pompeya y, sobre todo, un hombre sensible y apasionado que se merecía más tiempo en este mundo. Se marchó hace 70 años, el 3 de mayo de 1951. Uno de los momentos más dramáticos de la obra teatral Manzi, la vida en orsai, estrenada en 2013 y protagonizada por un intenso Jorge Suárez, es cuando lee el diagnóstico de su médico y se entera de su enfermedad, el cáncer, que en aquellos tiempos era una condena a muerte. Un hombre que haya amasado frases como «el misterio de adiós que siembra el tren», «el viajero que no implora, que no reza, que no llora, que se echó a morir», «hasta encontrar la casa de la vecina muerta, de la vecina aquella que se cansó de amar», es más que un poeta, es un inventor de mitos, incluido el propio.
Habitué del bar Canadian, en la intersección de las avenidas San Juan y Boedo –se erige hoy una megatanguería destinada al turismo- se dice que utilizaba sus mesas para garabatear las letras de sus títulos, que, en varios casos, tuvieron música de Aníbal Troilo y que, en su mayor parte, se referían a cuestiones del pasado, nacidas de recuerdos adolescentes, juveniles o simplemente imaginarios. Con un uso ejemplar de la poesía –Troilo decía que Manzi poseía «el misterio»- el tango Sur hace una descripción geográfica muy distinta de lo que era la zona cuando fue escrito en 1948: un barrio muy caracterizado que poseía varias salas cinematográficas, a 50 metros del Canadian estaba el teatro Boedo y cruzando la calle vivía la cancionista Mercedes Simone. Su evocación es subjetiva y melancólica referida a las pérdidas del pasado y del amor: según José Gobello, el escenario de Sur estaba en el barrio de Nueva Pompeya, entre el cruce de Abraham J. Luppi y Del Barco Centenera y el de Centenera y Tabaré, donde una noche lo esperaron ciertos ojos, como reza en Manoblanca, uno de los pocos tangos optimistas que se han compuesto. De acuerdo al estudioso, el paredón era el de una curtiembre, el terraplén correspondía al ferrocarril que unía Villa Luro con una zona de El Palomar y que corría entre la avenida Sáenz y Villa Soldati para contener los desbordes del riachuelo; mezclados iban «tu melena de novia en el recuerdo», la luz de almacén, la vidriera, la esquina del herrero, las calles y la luna suburbana y la arena que la vida se llevó. Conceptos parecidos se escuchan en Barrio de tango (1942), el vals Romance de barrio (1947), la milonga Recordando (1949), Che, bandoneón (1950) y en menor medida en Discepolín (1951), una conversación íntima con el amigo que iba a morir el mismo año, en vísperas de Nochebuena.