Gente de a pie

Por Ana Hernández

Gente de a pie es el título de una poesía. Y lo voy a usar aquí en una búsqueda de reivindicación a mi linaje, a los sin tierra, los olvidados, al panadero experto en amaneceres y dueño del fuego.

La gente de a pie es la misma que se conduce en bicicleta usando broches de tender la ropa en la botamanga del pantalón, es una estrategia para que no se enganchen sus sueños por tanto pedalear. Es la síntesis perfecta. Es la mejor metáfora para quienes se quedan con la ñata atrás del vidrio, y es a quienes les dedicaría la cigarra, pero siempre cantada por Mercedes. Cantando al sol como la cigarra como sobreviviente que vuelve de la guerra.

En nuestro folclore cultural siempre hay algo de síntesis del Fierro andariego, el pucho armado; la guitarra y el vino, pero también de quien no tiene más que sus despojos. Gaucho andariego; desposeído una y otra vez como cosa de mandinga.

Hoy somos lo que no fuimos ayer, y somos desde la pandemia un poco más individuales que navegamos en los túneles del miedo, facilitando a los totalitarismos que quebranten toda la psiquis del planeta. Los sin techo, los sin casa, los que se quedan con la ñata atrás del vidrio.

Si buscamos en la historia de nuestro país, existen antecedentes de leyes que regularon las relaciones entre propietarios e inquilinos. Durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, el Congreso Nacional sancionó la Ley de Emergencia 11. 157.La norma promulgada en 1920, fijó la congelación del precio de los alquileres por el plazo de dos años. La oposición de los partidos conservadores y los principales medios de comunicación fue contundente y basada en la “inconstitucionalidad” de la ley. Apelando al artículo de la Constitución que establecía que todos los habitantes de la Nación, tienen entre sus derechos la de disponer de su propiedad”. El tema llegó a la Corte Suprema y el máximo tribunal la consideró constitucional en 1922.

La mayoría de los historiadores pintaron la situación de ese momento como dramática. Cientos de familias se veían imposibilitadas de pagar el alquiler y “quedaban en la calle”. Los inquilinos venían realizando protestas y el gobierno impulsó la ley con el apoyo del Partido Socialista, entre otros. Durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, se mantuvo el congelamiento de los precios de los alquileres y en 1948 se sancionó la Ley 13.512 de Propiedad Horizontal que dio el beneficio a los inquilinos de tener prioridad para la adquisición de la propiedad que arrendaban.

Cien años igual

Hoy el dólar-agro soja se invierte en la construcción de seudos edificios y o desarrollos inmobiliarios en zonas urbanas sin planificar. Entonces nos encontramos con la gran paradoja de casas vacías y millones de personas sin hogar. El mercado y el señor Estado son quienes pueden tal vez no solucionar, pero al menos disminuir la brecha.

El último censo fue contundente y lapidario: hay cerca de 3,5 millones de familias con problemas habitacionales. Son grupos familiares que, o no tienen casa o, como es en la mayoría de los casos, la que tienen u ocupan no reúne las mínimas condiciones de habitabilidad. De ahí se desprenden aristas a la hora de construir viviendas sociales que deberían garantizar las mejores condiciones de habitabilidad, orientadas a mejorar los estándares de sustentabilidad y reducir el Índice de Prestaciones Energéticas. El mercado de la construcción e inmobiliario, por un lado, que debería contribuir con la reducción del déficit habitacional, preservando la calidad de vida de los habitantes con una mirada integral y con proyección futura. Es decir, una construcción más sustentable, con menores costos, recursos sustentables y accesibilidad.

La Casa como un sueño o la casa propia como objetivo al final del camino es relato de otras décadas. El acceso a la vivienda es un derecho, pero hoy en un lujo negado del que nadie habla.