Generación Covid

David Bueno

Según los datos recogidos de 60 estudios neurocientíficos, psicológicos, sociológicos y pedagógicos realizados en varios países de todos los continentes, más de una tercera parte de los adolescentes y jóvenes han tenido durante el confinamiento sentimientos muy elevados de soledad. No es extraño, dado que durante la adolescencia y la juventud las chicas y chicos buscan, de forma instintiva y con más intensidad que en cualquier otra etapa de la vida, la relación con sus iguales. Este sentimiento de soledad tiene efectos tangibles sobre la arquitectura cerebral, entre los que destacan una disminución de la conectividad neuronal y de la actividad en las zonas que gestionan la memoria, como el hipocampo, y en las que intervienen en los procesos de toma de decisiones, la gestión de conductas que se ven reforzadas por los sentimientos positivos y la regulación emocional, como la corteza prefrontal.
Desgraciadamente no tenemos datos para saber si estas alteraciones serán reversibles al 100%, pero sí se ha visto que están afectando a aspectos del comportamiento que son clave para la construcción de la personalidad, como el estrés. Si no los ayudamos a compensarlo, quizá en unos años tendremos que hablar de la “generación Covid”.
Según estos estudios, los adolescentes y jóvenes identifican como origen principal del incremento de estrés -además del aislamiento social y la soledad-, las incertidumbres sobre su futuro académico inmediato, especialmente los que inician una nueva etapa educativa o los que están a punto de cerrarla, por cómo afectará a su rendimiento y las calificaciones. También les preocupa la incertidumbre de si el próximo año las clases volverán a ser virtuales o presenciales, la falta de soporte tecnológico y otros efectos sobre la dinámica y la estructura familiar. Todo esto ha comportado incrementos alarmantes de ansiedad, depresión y sentimientos de frustración y rabia, según el temperamento de cada uno y en función de cada situación familiar y social.
También se ha detectado una disminución en la capacidad de regular las emociones, incluida la resiliencia emocional y del sentimiento subjetivo de bienestar psicológico.
En definitiva, a pesar de que las restricciones nos afectan a todos sin excepción, debemos tener presente que la gestión que estamos haciendo de la pandemia influye en procesos cognitivos cruciales para el futuro personal de los adolescentes y jóvenes. como la emocionalidad.