Fomentar la agricultura urbana

Por José Antonio Artusi (*)

Si se lo mira desde cierto punto de vista, el término “agricultura urbana” parecería ser un oxímoron, o sea la combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como en “un silencio atronador”, por ejemplo. De hecho, si recurrimos a la definición de “ciudad” que nos da la Real Academia, parecería serlo: “conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas”.
Sin embargo, contrariando a este criterio un tanto rígido de la Real Academia, la Historia nos muestra muchísimos ejemplos en el pasado de ciudades que han tenido, de una u otra manera, en mayor o menor medida, actividades agrícolas. Y las hay también en el presente. Y muchos estudios y proyecciones plantean que incluso su relevancia puede incrementarse en el futuro, como una de las estrategias clave para lograr ciudades más sostenibles, prósperas, resilientes y saludables.

La FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, considera que “la agricultura urbana y periurbana se puede definir como un conjunto de prácticas que proporcionan alimentos y otros productos a través de la producción agrícola y los procesos relacionados con ella (transformación, distribución, comercialización, reciclaje, etc.) y que se llevan a cabo en la tierra u otros espacios en las ciudades o las regiones circundantes”.

Beneficio ambiental, económico, y social

El organismo internacional plantea a su vez que “este tipo de agricultura engloba actores, comunidades, métodos, lugares, políticas, instituciones, sistemas, ecologías y economías urbanos y periurbanos y, en gran medida, emplea y regenera los recursos locales para satisfacer las necesidades cambiantes de las poblaciones locales, contribuyendo al mismo tiempo a lograr múltiples metas y funciones”, por lo que entiende que “la agricultura urbana y periurbana ofrece una estrategia fundamental para fomentar la resiliencia del suministro de alimentos de una ciudad”.

En una publicación reciente de la FAO se expresa que la agricultura urbana “diversifica las cadenas de suministro de alimentos, mejora la calidad de vida de los habitantes y brinda múltiples beneficios para el desarrollo urbano sostenible” y que “a menudo, se practica de manera informal, o en algunos contextos ilegalmente, por lo general no hay estadísticas oficiales sobre agricultura urbana y periurbana, o las personas directa o indirectamente involucradas”. También se señala en esa publicación de 2022 que “a pesar de esta información limitada, en muchas ciudades y regiones la creciente investigación y la conciencia de la variedad de prácticas de cultivo de alimentos está trayendo a la luz las importantes contribuciones realizadas por la agricultura urbana y periurbana, más aún durante la pandemia de Covid-19”.

El desarrollo de modelos adecuados de agricultura urbana podría generar beneficios desde el punto de vista ambiental, económico, y social; mitigando el impacto ambiental negativo causado por el transporte de alimentos a lo largo de grandes distancias entre los centros de producción y consumo, minimizando las emisiones contaminantes y la siniestralidad vial asociadas al transporte carretero de cargas, generando oportunidades de desarrollo local a través de la producción de cercanía pero también de la promoción de alimentos de calidad y alto valor agregado para la exportación, generando empleos, favoreciendo la educación ambiental y generando cinturones verdes periurbanos que actúan como fuelle entre las áreas urbanas y las rurales.

Es necesario alertar acerca de los riesgos de asociar erróneamente a la agricultura urbana y periurbana únicamente con modelos de mera subsistencia y escaso desarrollo tecnológico, limitados a la agricultura familiar o comunitaria en pequeñas huertas. Por el contrario, es posible concebir diversas escalas y modos de producción que combinen alta incorporación de adelantos tecnológicos, buenas prácticas ambientales y esquemas de gerenciamiento que favorezcan la mejora de la eficiencia y de la competitividad, permitiendo la generación de empresas que brinden oportunidades de empleos calificados y bien remunerados.

Es obvio, por otro lado, que la agricultura urbana y periurbana no es lo mismo que la que se desarrolla en áreas rurales de gran extensión. Además, está claro que las exigencias ambientales y la mixtura de usos propias de las ciudades y sus áreas circundantes exigen otro tipo de normas y controles, mucho más estrictos y restrictivos.

De todos modos, como en todo el mundo, también en la Argentina la agricultura urbana y periurbana constituye una oportunidad de desarrollo sostenible que no deberíamos ignorar.

(*) Arquitecto Especialista en Planificación Urbano Territorial, integra la Cátedra de Planificación Urbanística de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCU. Diputado Provincial (UCR) 2007-2011 y 2015-2019.