EQUILIBRIO

Por Juan Martin Garay (*) 

Reconocer “al otro” como sujeto de derecho es algo tan simple pero que muchas veces puede escapar hasta en los mínimos ejemplos a quienes detentan una responsabilidad circunstancial, generalmente por lo consuetudinario de las acciones y hechos, otras tantas por falta de empatía. Juan Pablo II dijo algo que nos debe interpelar en este contexto que se avecina, “la privación de lo necesario para vivir humilla al hombre; es un drama ante el cuál la conciencia de quién tiene la posibilidad de intervenir no puede permanecer indiferente”.

A veces las necesidades están distantes a la capacidad de respuesta. Como decía el Padre Atilio Rosso, tenemos que tener en cuenta que “la velocidad de los problemas escapa a la posibilidad de las soluciones, por eso muchas veces hay que ir por la tangente”. Combinar sentido común con pragmatismo resulta siempre muy necesario, máxime cuando el tiempo en que se empieza a vivir es complicado y las demandas pasan a estar a la orden del día. 

El estado

En un Estado de Derecho existen los sistemas de contrapoderes institucionales que son considerados instrumentos y mecanismos necesarios para velar por el debido cuidado de un sistema republicano de gobierno, permitiendo que se siga una línea de estabilidad política, económica y social. En nuestro país esto es el deber ser de lo que muchas veces no es. Aplicado de forma horizontal esta tarea debe estar apoyada en el desarrollo de la gobernanza, donde calidad, eficacia y buenas prácticas tienen que estar siempre presentes.

La legitimidad de origen que otorga el voto y la legitimidad del ejercicio del poder en el devenir de las acciones, implican también la responsabilidad de asumir que en los gobiernos no se “manda” sino que se conduce, con la siempre necesidad de persuadir en la búsqueda constante de la construcción de consensos. Recordemos que las experiencias confrontativas nunca terminan siendo buenas consejeras. Esto no implica homogeneizar un gobierno, porque una cosa es la administración y otra el gobernar, algo que se presenta como todo un arte en sí mismo y no muchas veces puede ser diferenciado.

Ahora bien, llamativa resulta la faz privada en si misma y como traslativa de la visión en el ejercicio de la conducción al campo de lo público, pues no siempre resultan ecuánimes en sus experiencias. La formación política puede ser correspondida de manera directamente proporcional en la actividad privada y funcionar, pero a la inversa no siempre ha tenido un buen desarrollo y mejor final, al menos en nuestras propias experiencias nacionales.

El politólogo Gianfranco Pasquino señala la limitación de muchos CEO (acrónimo para referirse directores ejecutivos de empresas) a la hora de llegar a la política, dada cierta dificultad para conseguir consensos. Todo una paradoja, pues incluso en las empresas privadas de grandes dimensiones hay sistemas de equilibrios de poderes, porque nadie puede hacer lo que quiere en un directorio, las propias reglas de gobernanza entre las variadas opiniones de personas calificadas obligan a tamizar y balancear la información para actuar de conformidad y con objetivos claros.

El tiempo

Hay conceptos que comúnmente nos atraviesan en la vorágine diaria de quienes llevamos adelante cierta actividad política y que muchas veces no nos damos cuenta están latentes, también hay otros por los que nos podemos llegar a ver claramente interpelados. En gestión política, a menudo nos sucede que convivimos con el dolor de las personas, el dolor de quien nos necesita, el dolor de ser reconocido, el dolor de los problemas que los atraviesan, el dolor de la ignorancia, el dolor del olvido, ese dolor ajeno que clama por ser atendido o entendido, sencillamente por ser escuchado.

El tiempo que se viene es sumamente complejo, el tejido social se encuentra al límite de la tolerancia y ya lo demostró fuertemente con su voto. Por eso más que nunca la cultura del diálogo y el encuentro deberán salir al paso de las nuevas realidades sociales. Esto lo digo porque desde el punto de vista etimológico el debate se presenta como un combate, una situación puntual donde alguien necesariamente debe ganar y otro perder, en cambio el diálogo es todo lo contrario, mediante éste el ganar o perder no es una resultante y se muestra como una sana práctica que se configura por una amalgama de opiniones disímiles que pueden ser motivadoras de un enriquecimiento intelectual superior y con resultados claramente positivos.

Ahora bien, más allá de toda esta teoría, recordemos siempre que no es lo mismo la “política de la negociación” que la “negociación de la política”, como tampoco es lo mismo resolver los “problemas políticos de la política” pensando que con ello se puede dar solución a los reales problemas que tiene el pueblo. Por eso el equilibrio es la clave, porque lo que importa es la gente, no lo olvidemos.

(*) Concejal 2023-2027. Vicepresidente 1° HCD. Presidente de Bloque Concejales PJ 2023-2027. Secretario de Gobierno Municipalidad de C. del Uruguay 2019-2023. Presidente de Bloque Concejales PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.-