La historia de Essen empezó en 1954 en Venado Tuerto (Santa Fe) de la mano de Armando Yasci y su esposa Teresa Bompessi. De día, mientras los chicos estaban en la escuela, ella lavaba ropa ajena y él trabajaba como obrero en una fábrica de cocinas a leña.
Así transcurrían sus días hasta que el gen emprendedor de Armando Yasci se encendió al ver que las cocinas a leña iban a ser reemplazadas por las de gas y renunció a su trabajo para fabricar los quemadores para esas nuevas cocinas que marcaron tendencia.
Fundiciones Yasci empezó con un pozo que Armando hizo en el patio de su casa y una máquina para matar langostas; al poco tiempo la empresa llegó a ser la número uno del país. Sin embargo, aunque como proveedores de los fabricantes de cocinas les iba muy bien, los Yasci querían fabricar otro producto en aluminio.
20 millones de ollas vendidas
Fueron ocho años de búsqueda hasta que Wilder viajó a Estados Unidos y visitó la tienda departamental Macy’s. “Él siempre cuenta que en el área de artículos de cocina vio algo brillar. A lo lejos no supo qué era, pero sí pudo identificar inmediatamente que se trataba de algo de aluminio, un material que conocía muy bien. Cuando se acercó comprobó que eran cacerolas, algo que él nunca antes había visto, acá sólo había de chapa”, relata Helga Yasci, la hija de Wilder y actual responsable del área de Relaciones Institucionales de Essen.
Orgulloso del producto al que llegaron después de 3 años de ensayo y con 200 unidades listas para vender, Wilder mandó a hacer un cartel que decía: “Espero que la parte industrial pueda fabricar las cacerolas que la parte comercial necesite”. Se tenía toda la fe, pero no fueron tan fáciles de vender y hoy ese cartel que es parte del museo Essen que la familia Yasci montó en la planta les recuerda el secreto del éxito: la venta directa.
“Son caras, pesadas y feas”, le dijo a Wilder sin diplomacia un consultor de Buenos Aires que contrató para que lo ayudara a entender por qué no lograba vender ni una olla si estaba en la vidriera del principal bazar de Venado Tuerto.
La frase dolió, pero Wilder desoyó la opinión del supuesto experto y en vez de colgar los guantes como le sugirió, le hizo caso a su instinto y siguió adelante.
Mirta Rein, su esposa, le contó luego que había ido a una reunión de vecinas y había comprado unos cuántos envases de plástico para almacenar y conservar comida. ¿Qué pasaba en esas reuniones de Tupperware que conquistaban a amas de casa? Wilder descubrió entonces la venta directa y la importancia de la demostración.
La primera reunión de Essen se hizo en Sancti Spiritu, a 49 kilómetros de Venado Tuerto. Prepararon arroz con verduras y en dos horas vendieron 10 cacerolas.
Así demostraron que con Essen se podía reemplazar el horno, la vaporera, la freidora y el baño maría. Se podía hacer carnes, verduras, panes, pizzas, tortillas, flanes y mucho más. Y, además, con las ollas Essen se consumía seis veces menos gas.
Así nació lo que sus creadores llamaron “una revolución en las cocinas”.
A meses de cumplir 43 años la empresa lleva vendidas más de 20 millones de cacerolas y por mes producen unas 4.000 que venden exclusivamente las 20.000 emprendedoras independientes que desarrollaron en Argentina, pero también en Uruguay, Paraguay, Bolivia y Perú donde exportan el 30% de su producción.