Por Juan Martín Garay (*)
Ser empáticos consiste en tener la suficiente capacidad y voluntad de comprender a los demás en toda su integralidad. La empatía no siempre implica compartir las opiniones o argumentos, incluso estar de acuerdo, mucho menos justificar cada una de las acciones o reacciones. Porque tanto uno como otros somos personas totalmente distintas, seres sentipensantes con la impronta de la propia carga afectiva ante cada situación que se nos presenta en la vida en sociedad. Mucho más aún cuando de construir comunidad se trata, y eso no se hace sólo, se hace siempre con otros.
Florecimiento
La situación política actual de cara a un año 2023 netamente electoral, con la demagogia a “flor de piel” en mucho o varios de sus casos, nos presenta un escenario de puja por la búsqueda de una nueva alternancia en el poder (ya sea dentro de un mismo espacio político en ejercicio del mismo o en quienes pretenden acceder a él). Esto que debería ser normal y sin mayores complicaciones, muchas veces se presenta como algo más dramático que político, por la característica propia de los circunstanciales adversarios más que por lo que realmente le puede estar importando por estas horas a la gente, sobre todo a la ciudadanía, quien tiene el poder de elegir con su voto a sus representantes.
El florecimiento desde lo banal por parte de quienes no pueden entenderse en el disenso hace mucho daño. Por eso ser empáticos en todo el sentido de la palabra es más que importante para que nuestro cerebro termine registrando lo que sentimos y pensamos, con el fin que se puedan cambiar desde el origen mismo las emociones que motivan los apasionados hechos o actos que vulneran día a día la sana convivencia que debiéramos tener, para que luego se puedan afianzar las reales ideas que motorizan el bienestar general por sobre el interés particular muchas veces oculto hacia los demás.
La enfermedad
Resulta interesante la visión de Jorge Fontevecchia cuando habla sobre su visión sincretista del futuro, pensando desde la realidad actual y teniendo en cuenta medio siglo de vida del último tiempo argentino: “Creer que la enfermedad que nos atrapó durante cincuenta años es la patología de la polarización puede encontrar asidero en lo que podría llamarse neuropolítica: el creciente bloqueo a cualquier información racional que contradiga el sesgo cognitivo en las personas enojadas. Sobran ejemplos de personas inteligentes que inhiben el razonamiento atrapadas en sus emociones. Si el cerebro acaba pensando lo que sentimos, los líderes del nuevo ciclo tendrán que ayudar a cambiar los sentimientos de unos hacia otros y no más a sobreexcitarlos. Líderes en los que prime el pathos (la empatía) sobre el logos (las ideas). No es imposible, hay muchos dirigentes así, que emergerán más aun cuando la sociedad se harte de la polarización y descubra el alto costo que paga por ella”.
Todo es política
Así como para Félix Luna “todo es historia”, en este caso “todo es política”. El argumento de que siempre se puede empeorar es aceptable, hasta entendible, de hecho, nos acostumbramos a ello pero no es por cierto algo totalmente indiscutible, porque siempre se puede estar mejor también, todo es cuestión de voluntad (y un poco de suerte). La decadencia que nos aqueja tiene o debería tener sus fundamentados orígenes al menos analizados, lo que implica que del diagnóstico a obtener por quienes se comprometan realmente ante la gente saldrán también las posibles soluciones y remedios sociales de la mano siempre de la política (esperemos que así sea), probablemente con los pies en el barrio, pero con una construcción de la Nación con cimientos que no se pretendan erigir sobre ese mismo barro, sino sobre algo más firme.
Como todo es política y según dice un sabio General “nadie puede solucionar un problema social si antes no soluciona un problema económico, y nadie soluciona un problema económico sin antes solucionar un problema político”, la crisis de representatividad política que nos atraviesa en este tiempo termina siendo un factor clave y determinante que amerita una resolución o abordaje de la mano de principios y valores por sobre todas las cosas, no con códigos.
La otredad
El antagonismo siempre simplificado de querer transformar a la Argentina en lo que no es por un lado y por el otro el error de querer arrasar a ese país liberal (entendido desde el sentido cívico, no “libertario”), se ha convertido en un persistente fracaso período tras período por el sencillo hecho intencionado de la imposición a como dé lugar, el uno sobre el otro o del otro sobre el uno. Algo que genera siempre una igual y opuesta reacción humana.
Ninguna de esas dos argentinas pudo relacionarse con la otra desde la otredad como resultado de un proceso filosófico, y eso que hace muchísimos años Marechal nos enseñó que la política es la hermana menor de la filosofía. Para unos el problema ha sido netamente constitucional porque no se pudo convertir todavía a una cultura imperante o existente en otra claramente distinta. En cambio, para otros la radicación del problema social estriba en que no han podido o no pueden aún reducir la Argentina a sólo aquella parte a la que adhieren con plena convicción y apasionado sentimiento.
A todo esto, pareciera que hay diferencias insalvables, pero lo cierto es que cuando escuchamos a quienes se exponen para conducir un pueblo siempre hay coincidencias en algo superior, lo que realmente le importa a la gente, su felicidad. Hay quienes lo proponen como anhelo real, otros como demagógica proposición. De todas maneras, ese debería ser el camino, bregar por la felicidad del pueblo argentino, generando para ello las condiciones en donde cada uno se pueda realizar en una comunidad que se realiza a sí misma.
Si de política se trata, entonces tomemos nuevamente un poco de filosofía para abordar este tiempo y vayamos al filósofo Marshall McLuhan para darnos cuenta que muchas veces pensamos en el futuro, lo que está por venir (ya sea real o como anhelo) pero en base a mirar el pasado reciente, sin tener en cuenta la gran dimensión de una historia más abarcativa que logre explicarnos un poco mejor todo lo que está por suceder en el camino por delante, los verdaderos cambios que indefectiblemente se aproximan tarde o temprano, ya sea por la imposición de las presiones que la sociedad reclama aún en voz baja o por la convicción de las ideas puestas en práctica desde la base que da la licencia social del diálogo y el encuentro como ámbito superlativo.
Nuevo comienzo
Es un anhelo compartido por muchos de que pronto llegue lo que por tanto tiempo esperamos (para algunos desde el hartazgo, para otros por plena convicción y esperanza), me refiero al advenimiento de un nuevo comienzo donde lo económico con lo político dejen de estar en una constante contradicción, porque quien pierde con todo este asunto siempre es la gente, ya que la heladera, la alacena y la panza no se llenan con palabras ni mucho menos con discusiones sin sentido. Y para que ello ocurra lo primordial es tener trabajo como elemento fundamental y dignificante de todo ser humano.
Este nuevo comienzo por delante va a requerir de más encuentros como los de Balbín y Perón para generar los tan necesarios diálogos que permitan entender la necesidad de que quienes compongan las distintas coaliciones y quieran representar las aspiraciones del conjunto, lo hagan desde una visión empática y con una comprensión de la otredad, aceptando la existencia del otro y su inmutable trascendencia. El “maestro” Kong (Kong Fuzi), conocido por nosotros como Confucio, dijo una vez: “Di algo y lo olvidaré, enséñame algo y lo recordaré, hazme partícipe de algo y lo aprenderé”, bueno, de eso se trata.
El pensamiento empático en política nos ayudaría mucho a todos, pues ampliar perspectivas y enriquecer la intelectualidad crítica con nuevas ideas y puntos de vista son siempre una muy buena oportunidad para el desarrollo integral del ser humano. Permitirnos escuchar, comprender y preguntar es importante para una comunicación efectiva y afectiva. La empatía es clave para construir comunidad basada en la confianza y el respeto. Por eso, “Duc In Altum”, rememos mar adentro hacia un nuevo año con más empatía.
(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.