El último que apague la luz

Señor Director:
«Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil, también.
Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafados. Contentos y amargados, varones y dublés. Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue» decía en su letra el genial Enrique Santos Discépolo en la letra de Cambalache, evidenciando que la sociedad estaba yendo cada vez más en detrimento.
«Siglo veinte, cambalache, problemático y febril. El que no llora no mama y el que no afana es un gil. ¡Dale, nomás! ¡Dale, que va! ¡Que allá en el horno se van a encontrar! No pienses más, sentate a un lado, que a nadie importa si naciste honrado. Da lo mismo al que labura noche y día como un buey, que el que vive de las minas, que el que roba, que el que cura o está fuera de la ley» seguía ya casi en su final este majestuoso tango que se me viene a la cabeza cada vez que paso el Tránsito Pesado y veo cómo han ido ganando terreno en una construcción que nació en lo bajo y sin generar mucho ruido. Quizás desde una parrilla y la intención de un espacio para el goce de unos pocos, hasta pasar a un poco más de ladrillo y cemento, para hoy ir puliendo el escenario con un tejido y terreno rellenado tapando y cerrando un desagüe que debe haber sido hecho.
Jorge Luís González.