Ayer llegué hasta Banco Pelay para intentar despejar la mente en medio de toda esta locura que estamos atravesando, pero al arribar al lugar me di cuenta que estaba cerrado y no se permitía el acceso al público. Permiten que los oligarcas náuticos de la ciudad disfruten del río, sin saber si se van a comer un asado por ahí en grupo, pero quienes no tenemos la posibilidad de tener una embarcación, apenas debemos mirar Pelay desde la puerta.
Elsa Solís