Esta semana se cayó una vieja cabina pública de teléfono, una situación que pasó a ser risueña pero que podría haber sido una noticia triste, si algún niño jugaba cerca o si una persona mayor intentaba apoyarse de la misma ante algún eventual tropezón. Habría que analizar seriamente la posibilidad de removerlas a todas, ya que sólo son un testimonio de lo que alguna vez fue la manera más rápida de comunicarse. Se pueden preservar como una postal de la ciudad si se quiere, pero estaría bueno que se aseguren que las que queden estén en condiciones.
Alicia Perdomo