La encendida y folklórica presencia por partida doble de Riendas Libres, el proyecto familiar en trío que encabeza Peteco Carabajal, y el excelso encuentro de Pablo Agri con la Orquesta Filarmónica de Río Negro (OFRN) abrieron la segunda edición del Festival Internacional de Música Bariloche (Fimba).
Tras el lanzamiento en 2019 y el parate pandémico del año pasado, la celebración melómana gratuita con la Filarmónica provincial y sus ensambles como anfitriones y partícipes del encuentro, cumplió acabadamente con su espíritu amplio y conmovedor en su estreno de 2021. De las chacareras que inundaron durante dos funciones el Teatro Baita (sumando entre ambas unos 850 espectadores) al protagonismo del violín en el ámbito mágico de la Catedral Nuestra Señora del Nahuel Huapi (colmada en su aforo permitido por 280 personas), el Fimba mostró las credenciales que quieren distinguirlo.
Es que tanto la coqueta sala puesta al borde de convertirse en un patio de tierra santiagueña como el principal templo católico de la ciudad, acogiendo el milagro de un concierto de alto vuelo que sumó al también violinista Rafael Gíntoli, fueron expresiones de la apuesta por el goce musical sin barreras ni etiquetas que se respira en la propuesta. Como le dijo Martín Fraile, director de la Filarmónica y del Fimba, a los colegas de Télam, la de este espacio “es una invitación a hacer cuerpo la música y también fomentar audiencias sensibles”.