El reto de cambiar el mundo

Señor director:
Actualmente hay miles (¿millones?) de personas que abogan por cambiar el mundo. Siempre fue así, la historia se repite, solo que ahora, al estar en tiempo presente, impacta mucho más que en otra época porque el trasfondo de mentiras que envuelve la situación creada por la pandemia está provocando un rabioso malestar colmo de aristas que solo el tiempo dirá a qué tipo de desenlace habrá de conducirnos.
De momento, se alzan voces reclamando la atención de los gobiernos al cambio climático (“grupos de exterminio”), al tiempo que otros denuncian con vehemencia la sarta de mentiras y el plan cada vez más evidente de diezmar la población mundial con pandemias y vacunas, como primer paso para instaurar una dictadura global empleando tecnología avanzada y minuciosamente calculada para que ninguna revuelta, rebelión o protesta, por más extremada que sea, pueda prosperar. De ahora en más, la tecnología ultramoderna será el verdugo mundial que convertirá la palabra “libertad” en antigualla de museo.
Cada día que pasa resultan más proféticas las palabras de Aldox Huxley escritas en 1932: “La dictadura perfecta tendrá apariencia de democracia, pero será básicamente cárcel sin muros en la que los presos nunca soñarán con escaparse. Será básicamente un sistema de esclavitud donde, mediante el consumo y el entretenimiento, los esclavos estarán encantados con su servidumbre”.
Lo que se avecina es muy desconcertante y urge saber cómo contrarrestar la ira e indignación que provoca la sola idea de estar esclavizados por una dictadura global que, no solo pretende adueñarse de lo que uno tiene sino hasta de lo que piensa.
Quizás convenga recordar cuán subyugados estábamos antes de la pandemia por diversos apegos irrenunciables y afanes posesivos. ¿Acaso no era eso una esclavitud voluntaria tan execrable como cualquier otra? Mientras en la nueva vida a que aspiramos prevalezca la adicción desmedida al dinero, al sexo, a las drogas, al prestigio, a los honores y a tantas otras preferencias, rebelarse contra cualquier sistema de opresión no llegará a buen fin, porque la requerida integridad moral será insuficiente.
El verdadero camino hacia la libertad debe estar en armonía con la naturaleza. Conscientes de que lo utópico es inviable, la grave situación por la que atravesamos exige una profunda transformación de la conciencia individual que, de no efectuarla de manera voluntaria y contundente, cerrar filas con quienes simplemente promueven rebeliones anti sistema solo aumentará la polaridad entre engañadores y engañados, empantanando indefinidamente como siempre el avance en cualquiera de los proyectos de renovación estructural, por muy vanguardistas que se hayan concebido.
Lucas Santaella