El mundo necesita un cambio radical

Señor director:
El mundo está mal encaminado porque la mayoría de sus habitantes están mal encaminados. Necesita con urgencia un cambio radical. Para ello, lo primero que tiene que cambiar es el modo de pensar de al menos el 1% de los seres humanos que lo habitan. Y este cambio solo puede darse cuando cada uno de ellos conozca en profundidad lo que está bien y lo que está mal, vale decir cuando sepa distinguir lo real de lo falso.
Lo real es lo que se evidencia por sí mismo. Lo falso es la sombra, un símil sin sustancia. Básicamente, la fatalidad que embrutece la sensibilidad del ser humano es vivir con un falso concepto de sí mismo. La real identidad del ser no es el cuerpo material como muchos piensan, sino el ente de energía superior que lo mueve o le da vida. Por sí misma, la materia no tiene vida ni conciencia. El darse cuenta de lo que está bien y lo que está mal, o el distinguir lo real de lo falso, no es una facultad del cuerpo o de la mente, sino de la conciencia. La conciencia es una forma de inteligencia superior que permite captar la real naturaleza de los seres y las cosas.
Es la base subyacente de toda existencia, demasiado amplia, abstracta y difusa para explorarla en profundidad, pero perceptible a través de su evidente capacidad de estimación y análisis de hechos y experiencias. Dicha ccapacidad no la tiene la materia burda (el cuerpo físico) o la sutil (la mente). Para la mayoría de las personas, la génesis de la conciencia constituye un misterio, sobre el cual la literatura védica arroja abundantes indicios significativos: “La conciencia es la facultad de percatación; un campo de energía sutil vibrando a alta velocidad causante de toda la manifestación material.
Está compuesta de una sustancia inmaterial no dual mucho más sutil que el aire o el éter y, como el vapor, tiende a moverse hacia lo alto. La conciencia impregna todo el ámbito de la naturaleza y sustenta el proceso evolutivo del cosmos empezando por el átomo.
Ella es la base del código genético en las células y gobierna las respuestas instintivas”. La realidad que nos constituye tiene un motor bastante ignorado que mueve o da vida a lo físico y lo psíquico, y dicho motor es el alma espiritual o real identidad del ser. Sin dicho motor no hay conciencia y no es posible distinguir lo real de lo falso, ni saber lo que está bien o lo que está mal.
La conciencia entraña el deseo innato de proceder ética y moralmente según los más altos ideales concebibles. Por falta de conocimiento, la mayoría de las personas usa mal su libre albedrío y, en vez de comportarse como almas espirituales, se autoexcluyen de sí mismas y viven con temor.
En la medida que el ser humano comulga con la concepción material de la existencia, se identifica con el cuerpo, y de ese modo se priva de ser lo que realmente es.
Lucas Santaella