El legado de Bolsonaro

Un seguidor de Bolsonaro con una pistola, en un acto electoral.

Por Héctor Estepa

Hace ahora seis años un, hasta entonces, prácticamente desconocido excapitán del Ejército, que había pasado casi tres décadas en el Congreso, comenzó su ascenso imparable hasta la presidencia de la República de Brasil.
El ultraderechista Jair Bolsonaro fue capaz de conjugar a su favor el hastío de parte de la población ante los escándalos de corrupción surgidos en el seno del Partido de los Trabajadores del expresidente Lula da Silva y en el establishment empresarial. Y logró también el apoyo del sector ultraconservador de la sociedad que rechaza ciertos avances progresistas y el discurso de lo políticamente correcto.
El entonces candidato del Partido Social Liberal alcanzó la jefatura del país en las elecciones de 2018 tras loar la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985, manifestar que prefería que su hijo muriese en un accidente a que fuese gay y decirle a una congresista que no la violaría porque no valía la pena, entre otras salidas de tono.
Casi cuatro años después del inicio de su presidencia, y en vísperas de la primera vuelta de las elecciones de este domingo en las que Bolsonaro aspira a reeditar mandato, es momento de hacer balance.

La gestión de la pandemia

Bolsonaro calificó al covid-19 como una “gripecita”, espoleó el uso de remedios no probados como la hidroxicloroquina, sugirió la inmunidad por infección nacional, destituyó al ministro de Salud Luiz Enrique Mandetta por promover medidas como el distanciamiento social y, más tarde, se resistió a comprar vacunas.
Brasil suma más de 685.000 muertos en la pandemia y es uno de los países con más fallecidos por millón de habitantes del mundo, superado por Perú y varios Estados de Europa del Este.
“Lo siento por los muertos, lo siento. Todos vamos a morir algún día”, dijo en noviembre de 2020, durante uno de los picos registrados en Brasil. “De nada sirve huir de esto, de la realidad. Tenemos que dejar de ser un país de maricones”, añadió el presidente.

Liberalización económica

Esas expresiones son difícilmente asumibles para parte del electorado que, aun rechazando a Lula, tampoco apoyaría a Bolsonaro. Un 51% de los brasileños asegura que nunca pondría su voto en la urna por el excapitán, lo que dificulta considerablemente su continuidad en el poder. Eso explica, en parte, por qué el presidente está siendo incapaz de convertir en votos recientes señales económicas positivas, como la deflación registrada en los últimos meses, después de la inflación de dos dígitos previa surgida tras el estallido de la guerra de Ucrania, y la consecución de un superávit fiscal primario en 2021 por primera vez desde 2013.
La tasa de desempleo lleva, además, cinco meses consecutivos de caída, bajando hasta el 9,9%, según datos oficiales, una reducción considerable con respecto al 13,5% que se registraba en 2020 e incluso frente al 11,9% prepandémico, en 2019.

Población empobrecida y hambrienta

Esos brotes verdes no ocultan, eso sí, que la masa salarial de los brasileños todavía es un 10% menor a la que se registraba antes de la pandemia y que el 40% de los trabajadores continúa en el sector informal, algo que ha provocado que unos 33 millones de personas pasen hambre en el país, el mismo número que hace tres décadas —con un 35% más de población—, según un estudio del Instituto de Investigación Económica Aplicada. Otra investigación reciente asegura que en el 37,8% de los hogares con niños de hasta 10 años hay hambre o reducción de la cantidad y la calidad de los alimentos.
El ministro de Economía, Paulo Guedes, considera “mentira” esos números.

Militares y armas en las calles

El ministro de Economía es un civil en un Ejecutivo donde abundan los militares como jefes de ministerios. Pero el crecimiento del Ejército no se da sólo entre los máximos responsables de la gestión estatal. Al final del mandato de Michel Temer, predecesor de Bolsonaro, había 2.765 militares ocupando cargos en el Gobierno Federal. En 2021 esa cifra se había doblado, según el Tribunal de Cuentas, superando los 6.170 militares en esos puestos organizativos de relevancia.
El número de armas de fuego en poder de la población se ha doblado hasta los 2 millones en los últimos cuatro años y un club o una zona de tiro ha abierto al día desde el inicio del mandato de Bolsonaro.

La sombra de la corrupción

Bolsonaro se refiere directamente a Lula como el “ladrón” o el “expresidiario”, recordando los escándalos de corrupción del Partido de los Trabajadores (PT) y el paso por la cárcel del exmandatario antes de que se anulasen los juicios.
Sin embargo, han estallado denuncias de corrupción en ministerios como el de Educación, y hace unas semanas se conoció que su familia adquirió decenas de propiedades en efectivo, lo que levantó todo tipo de especulaciones. Bolsonaro niega haber sido origen de corrupción alguna y asegura que la “robadera” se acabó con su Gobierno. No ha habido, eso sí, grandes investigaciones como Lava Jato, que llevó al encarcelamiento de decenas de políticos y empresarios.

Pintada y carteles contra Bolsonaro, en Río de Janeiro.