“El feminismo se ha convertido en un lugar de exigencia”

María Florencia Freijo carga contra la invisibilización de las mujeres.

La escritora marplatense María Florencia Freijo explica en “(Mal) Educadas” cómo las mujeres han sido moldeadas durante siglos para asumir el cuidado de los demás.

Por Clara de Cominges Rivière



Es la autora de un libro publicado en marzo de 2020 (Planeta) que disecciona cómo la educación recibida durante siglos ha ninguneado, despreciado e invisibilizado a las mujeres a lo largo de la historia.
Licenciada en Ciencias Políticas y especializada en perspectiva de género en el sistema judicial, Freijo tiene entidad más que suficiente para exponer su discurso en una obra que ha vendido más de 50.000 ejemplares en Argentina.
(Mal) Educadas nace, según escribe la autora en la introducción, “para mostrar aquellos factores que determinaron el comportamiento de las mujeres y que son claves en nuestra condición actual: mujeres cansadas, tristes, sobrepasadas y/o hartas de los mandatos y exigencias sociales”.

-Angustia mucho que las chicas de 20 años sigan estos patrones…
– La pregunta que hay que hacerse es: ¿Cómo llegás educada a los 20 años para hacer eso con total naturalidad? Puede que lo hagan por solidaridad. Efectivamente, podés hacer un favor a alguien y comprarle un regalo. Pero me gustaría saber cuántos varones le compran el regalo a sus suegros el día del padre porque sus novias no sabían qué regalarles. Si ocurriera de la misma manera, no me molestaría. Pero nunca es así. Y ese es el problema.

-En el libro hablas de reeducar también a los hombres. Ellos cada vez comparten más tareas tradicionalmente asignadas a las mujeres, pero la carga mental sigue siendo nuestra.
-Así es. En 2020, salió una campaña feminista sobre “Los Ayudadores”. Se trata de un spot que trata el compromiso de los hombres y la masculinidad en los cuidados. Habla de que ayudar no forma parte de repartir las tareas. Porque tener que decir constantemente al varón lo que tiene que hacer, educarle, delegarle tareas, también forma parte de la carga mental. La publicidad es en tono de humor. Pero llega un momento en que ya no te reís tanto. Lo que cuento en (Mal) Educadas lo dijeron un montón de feministas antes que yo. Lo que hago citándolas es mostrar que, durante años, la ciencia se ha encargado de construir una narrativa que permita sostener el mensaje de que, biológicamente, las mujeres tenemos más disposición para los cuidados.

-Repasás algunas definiciones de mujer de grandes nombres de la filosofía, como Aristóteles (“La mujer es más compasiva que el hombre, más llorona, y también más celosa y más quejumbrosa, más criticona y más hiriente”) y Rousseau (“Dar placer [a los hombres, serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, criarlos de jóvenes, cuidarlos de mayores, aconsejarlos, consolarlos, hacerles agradable y dulce la vida, eso son los deberes de las mujeres en todos los tiempos”). Es escandaloso leer esas citas.
-Lo es. Hay una resistencia enorme a analizar el pasado con mirada de género. Es obvio que era otra época. ¿Quién espera que Aristóteles fuera feminista? El problema es que se esté utilizando la triada de Aristóteles, Platón y Sócrates para explicar la herencia del mundo en el pensamiento sin incorporar la mirada de género. Si hay algo que refleja la desigualdad desestructural y cómo se construyeron los arquetipos de género es justamente ese primer pensamiento. No digo que Aristóteles fuera un machirulo. Estoy comunicando que en estos filósofos, de alguna manera, están las raíces de un pensamiento que después se enquistó en base a la desigualdad.

La fama y el éxito

-Tienes más de 250.000 seguidores en Instagram. ¿Te molesta que te tilden de influencer?
-Me hice conocida como escritora y por eso tengo seguidores. He ido creciendo a través de los libros. Si bien hoy en día trabajo con algunas marcas, no lo hago con muchas. No podría estar todo el día mostrando productos. Me muero de la depresión. Trabajo con aquellas que tengan un propósito. Y sobre todo con emprendimientos de mujeres. Y hasta lo hago gratis.

-¿Cuándo escribiste (Mal)educadas?
-Empecé en octubre de 2020, en plena pandemia y lo acabé en cuatro meses. Una puta locura, perdón la expresión.

-Y con un hijo pequeño en casa…
-Hace poco, dando una charla, me preguntaba por qué el modelo de éxito está tan presente. Muchas mujeres me escriben y me preguntan cómo logré tanto éxito. Y yo me pregunto: ¿en qué consiste el éxito? Alguien puede seguirme en redes y pensar: “¡Wow! ¡Qué exitosa!”. Lo que no saben es que, mientras escribía el libro, mi hijo y yo comíamos pizza y empanadas porque no había tiempo para cocinar healthy, que lo acabé con 10 kilos de más y que mi hijo va al psicólogo, entre muchas otras cosas.

-Y mientras tanto, en esos meses de pandemia, una parte de la sociedad se regocijaba del tiempo que tenía para hacer deporte y aburrirse…
– Por si fuera poco, tenía otros dos trabajos, porque tengo que mantener mi hogar ya que soy madre soltera. Hace poco expliqué todo esto en mis redes sociales y decía a las personas que me siguen: “No se crean, no sé si lo mío es un modelo de éxito. Las consecuencias de poder mantener un ritmo tan frenético se hicieron notar”.

-Tenés que dedicarle mucho tiempo a todo…
-Y nunca alcanza porque somos feministas tratando de cambiar el mundo. Cuando lo pienso, creo que todo el mundo tendría que estar abriéndonos las puertas. No tendríamos que recibir una sola crítica. Nunca alcanza como madre, porque si estás en un proyecto a full y lo quieres hacer con un propósito, dejas de lado aspectos de la maternidad, y ahí es cuando sientes culpa. Es como que nunca hay un lugar de residencia para nosotras que tenga que ver con el placer y el disfrute. Siempre hay una parte de nosotras que está en contradicción y disgusto. Dejemos de hablar de conciliación, porque no existe. Una compatibiliza cosas que puede coordinar en simultáneo. Acá no hay una coordinación en simultáneo. Hay un disgusto en simultáneo. Queremos ser profesionales y tener apoyo. Pero en vez de apoyarnos, recibimos críticas. Hasta nuestros mismos mandatos internos nos dicen que no somos lo suficientemente feministas ni profesionales. Y la realidad es que sos madre y estás cansada. Nunca hay un lugar de salida.

-Además de profundizar en la sobreexigencia en la maternidad, es muy interesante cómo diseccionas la publicidad en torno a la mujer. Mencionas ese marketing tramposo que habla de mujeres reales y das tu propia definición: “Las mujeres reales son las que están desbordadas por la carga mental de las exigencias diarias, no están con tiempo para sonreír excitadas ante un nuevo yogur”.
-Me fascina la obsesión publicitaria por retratarnos felices. ¿Puede alguien retratarnos sin sonreír? Necesito dejar de sonreír frenéticamente ante una toallita, ante un yogur, ante una crema…

Rosas, violetas y quirófanos

-La publicidad afecta a las mujeres, pero también a las niñas: denuncias todos esos juguetes enormes, rosas y carísimos cuyo único target son ellas.
-El rosa y el violeta gustan mucho tanto a niñas como a niños porque es un color que a su edad, visualmente, llama mucho la atención. Lo que me pregunto siempre es por qué los niños no los eligen. Más que sean ellas las que los eligen, me preocupa la represión que están poniendo en los nenes para que no lo hagan. Es una hipótesis, pero siento que en esta represión se empieza a esconder el odio hacia la mujer. El inculcarles a los niños que los juguetes feminizados están mal puede hacer que empieces a ver con negatividad aquellos procesos que tienen que ver con lo femenino. Esto no pasa en las mujeres. A ningún padre le molesta que la nena juegue a la guerra o al fútbol. A lo sumo, hay algo de machismo, pero no del orden de la molestia.

-La cirugía estética es otro de los temas destacados de (Mal)educadas. Es devastador descubrir que cuatro de los 10 países con más operaciones de estética sean Brasil, México, Argentina y Colombia.
-Además de ser el continente con más desigualdad del mundo, América Latina también lidera los índices de violencia de género. En países como México, Colombia y Brasil, las cifras son realmente muy altas. Entonces pienso: tiene que haber una correlación entre la exigencia de ser bellas como mecanismo de aceptación de la mujer a nivel social y los índices de violencia. No puede ser casual que en los países donde los índices de violencia de género son más altos también los son los de belleza.

-Es muy pertinente, también, la reflexión que haces sobre el dinero que gastamos las mujeres en gustar.
-El maquillaje no es el problema. Forma parte de un proceso cultural que existe desde hace miles de años, hay una historia. Las tribus de todo el mundo, antes de llegar a ser lo que conocemos como sociedades civilizadas, lo hacían. De hecho, lo hacían sobre todo los hombres, porque estaban en situaciones de poder: necesitaban de maquillajes o ropas para poder representar esa autoridad.
Las mujeres hoy lo hacemos para buscar esa representación social que va más allá del ser bellas. Lo hacemos para parecer que tenemos un mayor poder. Muchas veces vemos la carga negativa y no hacemos esa otra lectura que forma parte de procesos culturales. La pregunta es: ¿En qué momento el maquillaje y la vestimenta comienzan a dominar la atención de las mujeres? Y ahí cito, obviamente, “El mito de la belleza” de Naomi Wolf: en cuanto empieza a ser un elemento de distracción de las mujeres en posiciones de poder.