Por Juan Martín Garay (*)
Cual faro para quienes “remen mar adentro” hacia el futuro, nuestra “Histórica” ciudad se sigue presentando como una amalgama de proyectos colectivos que se encuentran legitimados desde la presencia de todos quienes componen nuestra comunidad, con un sentido de pertenencia único y en una sana armonía social.
Dataísmo
Para Jaime Duran Barba, “la democracia representativa atraviesa una crisis que se profundiza en la medida en que se profundiza la revolución digital. El fenómeno se percibe más en Occidente que es el epicentro de esta revolución, pero conmueve también a sociedades tradicionales como la china. Existe una reacción generalizada en contra de los políticos, los partidos, los parlamentos, la justicia, los medios de comunicación, los intelectuales, los sindicatos, las instituciones, los viejos valores. En muchas elecciones triunfan candidatos que hasta hace poco no habrían tenido ninguna posibilidad de hacerlo. Los oradores de la antigüedad, o sea de hace dos décadas, fracasarían estrepitosamente en este contexto. La comunicación tradicional se volvió inútil. Las herramientas que existen para investigar las actitudes de los electores proporcionan una información que desconcierta a quienes nos formamos dentro del viejo paradigma”.
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, bajo el título «Dataísmos y Nihilismos» nos advierte que “el frenesí de recopilación de datos de hoy es la expresión de una nueva creencia que podría llamarse dataísmo. La euforia del big data también rinde homenaje a esta creencia de la era digital. Los datos se recopilan hoy para todos los propósitos. No sólo Google o Facebook tienen un hambre desenfrenada de datos. Incluso los partidarios del yo cuantificado son adictos al Dataísmo. Hoy en día, no solo el cuerpo está equipado con sensores, cada vez más cuestiones desde nuestro entorno nos están convirtiendo en datos. Al mismo tiempo, flotamos en una extraña sensación de insensatez y nos sumergimos en la hiperactividad y la hipercomunicación”.
Smart Cities y Big Data
La representación actual de la “polis griega” o la “civitas romana” son las ciudades de la posmodernidad. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas el 56,2% de la población mundial vive en ciudades y se espera que esta cifra aumente al 60,4% para 2030 y al 70% para 2050 con una población global que rondará cerca de los 9.000 millones. Se conoce además desde este Organismo que aproximadamente el 80% del PBI mundial se genera en las ciudades y éstas consumen alrededor del 70% de la energía y el 75% del total del agua. En relación al ambiente producen el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero y el 50% de los residuos globales. El 91% de las personas que viven en ciudades no respira aire limpio.
Las “ciudades inteligentes” como traducción o adaptación del término Smart Cities, en conjunción con el Big Data (término que describe el gran volumen de datos, tanto estructurados como no estructurados) se presentan en este nuevo milenio como un novel modelo para avanzar en el arte de gobernar. Si bien ciudades del primer mundo ya están insertas en esta realidad que avanza a pasos agigantados, lo cierto es que todas las ciudades y cualquier municipio pueden adoptar y adaptarse a este más que interesante paradigma y aggiornarlo cada uno a su “pago chico”.
El Director de Gestión de Gobierno de la Universidad de Belgrano, Iván Ambroggio, entiende que hablar en este tiempo de “administrar ciudades”, más que un error conceptual, es no haber registrado ninguno de los cambios mencionados. Para él varios modelos de gestión quedaron obsoletos para dar respuesta a los desafíos actuales. “Sin embargo, vale señalar, que en pleno siglo 21 y en medio de tanta globalización, aunque parezca una paradoja, hay una revitalización de lo local. Y aquí toman protagonismos las ciudades inteligentes, que son un sistema holístico de gestión para satisfacer las problemáticas de la ciudadanía, mediante el uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) y políticas que promuevan la igualdad de género, el gobierno abierto, el cuidado del medio ambiente, la disminución de la violencia hacia las mujeres, y la democratización de aplicaciones que les permiten a las personas conocer, en tiempo real, el consumo que hacen de los servicios públicos, para cuidar su bolsillo”.
Pensar en grande
“Nihilista es la persona que no se inclina ante ninguna autoridad, que no acepta ningún principio como artículo de fe» según afirma María Sánchez Puig. Esto que se enrola en una doctrina filosófica, en realidad es una pincelada más o menos acertada del contexto en el que nos encontramos inmersos en nuestro país producto de nuestras propias falencias como Nación en constante construcción; edificación que no se ha dado de manera sostenida en el tiempo sino por el contrario, derrumbando lo hecho por unos para volverse a erigir por otros una nueva propuesta, la que con el correr del tiempo suele fenecer por acción u omisión propia o externa.
A diferencia de lo que ocurre nacionalmente, y yendo de lo general a lo particular, en nuestra “Histórica” comunidad podemos ver que el proceso de construcción dado año tras año, décadas tras décadas, se traduce en un modelo de ciudad que despierta interés y admiración aún desde otras latitudes, esto se lo debemos a la clara muestra de materialización colectiva de lo que “pensar en grande” significa.
La existencia de un asociativismo entre lo público y lo privado que siempre van de la mano para encarar proyectos de gran envergadura han sido la clave, sueños que se convierten en anhelos y estos en concreciones que muchas veces trascienden al tiempo y se convierten en un generador del más sano bienestar comunitario. Por eso, sigamos remando mar adentro todos juntos hacia las ciudades inteligentes, sin “nihilismo” de por medio, pues un gran destino nos espera.
(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.