El estallido social y el fútbol.

Racing y el fútbol en medio del estallido del 2001

Una de las peores crisis de la historia en medio del anhelo de la Academia. Menos recordado, la vez que Gimnasia hizo postergar la definición en la B Nacional.     

Se cumplen 20 años del estallido social que desembocó en la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa. Así como en el proceso de la dictadura cívico-militar existe un capítulo significativo sobre el Mundial de Argentina 78, la crisis y el caos del 2001 remite al recuerdo del campeonato logrado por el Racing de Reinaldo “Mostaza” Merlo. Es que la burbuja del fútbol tarde o temprano se pincha con la realidad social y desde la perspectiva del tiempo siempre funciona como una excusa para darse una vuelta por la historia.

Aquel diciembre de 2001 asomó como la punta del iceberg de una crisis más profunda y prolongada en el tiempo, iniciada con el modelo de Carlos Saúl Menem, Domingo Cavallo y el combo neoliberal de Ley de Convertibilidad, privatizaciones y FMI. La mixtura de fiesta y deterioro con el 1 a 1 estuvo reflejada en el fútbol, como en las incorporaciones de jugadores con sueldos altamente dolarizados o la incursión de futbolistas exóticos -el ejemplo de los jugadores africanos: Tchami en Boca; Doctor Khumalo en Ferro; Mtawalli en Newell’s-. Eran tiempos de la primera gran privatización del fútbol televisado y gerenciamientos de clubes quebrados -los ejemplos de Mandiyú y el propio Racing-. Eran tiempos de pizza con champagne, de saludos del relator Marcelo Araujo al presidente durante las transmisiones o de particularidades tales como aquella localía de Argentinos Juniors en Miami para disputar la Supercopa. Todo parecía posible en los noventa.

El gobierno de la Alianza asumió en 1999 con la promesa de continuar la hermandad entre el dólar y el peso y terminar con la corrupción menemista. Pero profundizó un modelo gastado ya sin reservas, los altos índices de pobreza y desempleo, el individualismo en una sociedad resquebrajada y, como era de esperar, continuó la corrupción -como las coimas en el Senado, que provocó la renuncia del vice Chacho Álvarez y la primera crisis institucional del gobierno aliancista-.

La primera advertencia en el fútbol sucedió el 30 de abril de ese año. Los jugadores pidieron que los clubes paguen una deuda millonaria de dólares en sueldos y declararon una huelga a cinco fechas del final del Torneo Clausura. Esa vez, la AFA intervino, saldó el 35% de la deuda y pidió un crédito internacional ofreciendo como garantías los contratos de Repsol, Coca Cola y Reebook, todos sponsors de la selección Argentina de Marcelo Bielsa que arrasaba y se esperaba que levantara la Copa del Mundo en 2002 -finalmente, eliminado en primera ronda-. Asimismo, la institución comandada por Julio Grondona prometió que se haría cargo del otro 65% si los clubes no llegaban a saldar la deuda previo al Torneo Apertura.

La pelota se pateó para adelante y el conflicto se acentuó en agosto, previo al arranque del certamen que terminó por consagrar a Racing. Los jugadores se negaron a empezar la competencia al no cobrar los 6.175 millones (el 65% prometido por Grondona a los clubes). Apenas Banfield, Colón y Lanús no tenían deudas con su plantel en Primera División; Boca, bajo la presidencia de Mauricio Macri, debía 798 millones en primas y River 855 millones en salarios. Carlos Heller, titular del Banco Credicoop, intervino para solucionar el conflicto y la pelota volvió a rodar. “El fútbol tiene problemas muy serios porque está en un país en crisis. Entonces, así es impensable un fútbol próspero, pues se tienen los mismos problemas que la sociedad argentina”, dijo por entonces el ahora diputado de la Nación.

Diciembre de 2001

El calor sofocante de diciembre de 2001 se mezcló en el ambiente con la pesadumbre del final de año y una crisis social y económica prolongada ya en su apogeo. Ajuste y más ajuste de López Murphy a Cavallo, en su regreso a modo de padre de esa criatura llamada convertibilidad. Pedido de préstamos al FMI, pagos de deudas, reciprocidad con recortes. Trueques y cobros con cuasimonedas, como Lecops, Bono Federal (BoFe). Saqueos, corralitos y aumento del riesgo país. Mañanas de protestas sociales, y atardeceres y noches de cacerolazos. O «piquete y cacerola, la lucha es una sola”. El detonante definitivo fue el 19 de diciembre cuando el presidente de la Rúa impuso el Estado de sitio. La furia aumentó. “Qué… boludos, qué boludos/ el es-ta-do de sitio/ se lo meten en el culo”, se cantaba en las calles.

En medio del país del “que se vayan todos” Racing quería definir el título después de 35 años de sequía, casi una eternidad para un equipo grande. Dos años atrás, la Academia había dejado de “existir como club” -Liliana Ripoll dixit- o como Asociación Civil y fue gerenciado por Blanquiceleste S.A., encabezado por el empresario Fernando Marín. A ese Racing le quedaba una fecha, la número 19, y le sacaba tres puntos al escolta River. La jornada estaba programada para el 23 de diciembre.

Otro que jugaba un partido trascendental era San Lorenzo. Justo el 19 de diciembre tenía que afrontar el choque de vuelta por la final de la Copa Mercosur ante Flamengo; había empatado 0 a 0 en la ida en el Maracaná y todo se encaminaba para lograr la primera copa internacional de su historia. Durante la mañana de aquel miércoles 19, los hinchas de Racing desbordaron las boleterías en busca de la entrada para la definición. Horas antes a la noche en la que renunció Cavallo como “superministro” de Economía, la final del Ciclón se postergó en principio para el día siguiente.

Llegó el jueves 20 de diciembre, el caos continuó y causó la salida de de la Rúa en el icónico helicóptero. San Lorenzo, que hacía un año había esquivado un gerenciamiento por la resistencia de sus simpatizantes -de ahí la celebración del Día del Hincha de San Lorenzo-, tuvo que esperar hasta enero de 2002 para dar su vuelta olímpica. “La pelota se mancha”, tituló Olé en la tapa de la edición del día 21, parafraseando lo dicho por Diego Maradona un mes antes en su partido despedida. “Con tantos muertos, no se podía jugar al fútbol”, dijo Grondona. Es que eran 39 muertos en el país y lo lógico era suspender la última fecha del torneo. “El pueblo paró todo”, tituló la revista El Gráfico, en el ocaso de sus ediciones semanales -pasaría a tirada mensual en marzo de 2002-.

Pero lo dicho por el máximo pope del fútbol se borró de un plumazo. Racing quiso jugarlo, movió influencias políticas y empresariales, y el fútbol siguió como si nada. Y sus hinchas, quizás en su mayoría partícipes de las manifestaciones sociales, tuvieron la contradicción interna de querer jugarlo. No es para subestimar; en tiempos de ausencia de representatividad, los clubes de fútbol brindaron un poco de contención, sentido de pertenencia y calmaron semejante angustia al menos por un momento.

“La última fecha del torneo debía jugarse con Fernando de la Rúa, fue reprogramada por Ramón Puerta y terminó celebrándose bajo el breve gobierno de Adolfo Rodríguez Saá”, resume Andrés Burgo en su columna de elDiarioAr. Rememora que el 21 de diciembre los hinchas racinguistas se acercaron a protestar en la sede de Futbolistas Agremiados, luego de que el sindicato se manifestara con la decisión de reprogramar la fecha para febrero.

Por entonces el mandatario era Ramón Puerta, presidente provisional del Senado y amigo de Macri. El presidente de Boca, a la vez, era íntimo de Marín y junto a un todopoderoso Grondona acercaron posiciones. Con el país en cenizas y en medio de una catarata de decretos, Puerta se hizo “un espacio” en Casa Rosada para reunirse el sábado 22 con los dirigentes y programar la fecha de la definición al 27 de diciembre. “Levantamos el estado de sitio y decidimos que se jugara el partido de Racing porque era importante para mostrar normalidad, aunque fuera momentánea”, dijo el jefe de Estado de las 72 horas.

La noche del viernes 21, durante la fiesta de fin de año del plantel de Vélez, sus directivos recibieron la invitación desde Casa Rosada e hicieron suspender las vacaciones. En Rosario, el plantel de Central prolongó los entrenamientos por una semana más para enfrentar a River. No eran los únicos; en la Segunda División quedaban por jugarse otros tres encuentros.

Cuando Gimnasia postergó la definición de la B Nacional

Menos recordado fue la definición del Nacional B. Olimpo (puntero), Quilmes y San Martín de Mendoza (inmediatos perseguidores) luchaban por el ascenso y también se pautó para el 27 de diciembre. Es que doce días antes, Gimnasia de Concepción del Uruguay había superado al conjunto de Bahía Blanca por 2 a 0 (con goles de Marcelo Blanco y Diego Ceballos) e hizo postergar la definición para la última jornada. Aquel Lobo era un equipazo que terminó quinto con 39 puntos, a siete del campeón, y quedaría al borde del ascenso al año siguiente.

Al final Olimpo goleó por 4 a 0 a Instituto y, sin importarle los demás resultados, logró su primer ascenso a la Primera División. Un dato curioso es que aquel equipo dirigido por Gustavo Alfaro, e integrado con jugadores como Gaona, Desábato, Laspada, Zelaya y Delorte, dejó de jugar partidos oficiales durante los posteriores seis meses producto de la organización de un torneo que sacaba de la competencia al campeón del primer semestre.

La ansiada vuelta olímpica

Gustavo Campagnuolo; Francisco Maciel, Gabriel Loeschbor, Claudio Ubeda; Martín Vitali, Adrián Bastía, Gerardo Bedoya; Gustavo Barros Schelotto, José Chatruc; Carlos Maximiliano Estévez y Rafael Maceratesi, salieron al campo de juego en la tarde de aquel jueves 27 gris, caluroso y aún agitado y doloroso, como si se mantuviese la resaca de los días 19 y 20. A esa altura el presidente era el puntano Adolfo Rodríguez Saa, predecesor de Eduardo Camaño y éste de Eduardo Duhalde, en esa línea presidenciable comprimida de cinco mandatarios en once días. Los hinchas de la Academia llenaron dos estadios: el Cilindro de Avellaneda para verlo en una pantalla gigante y el José Amalfitani de Liniers, sede del encuentro ante Vélez.

En un partido discreto, el defensor Loeschbor abrió el marcador de cabeza y en posición adelantada en el minuto 8 del complemento. Poco le importaba a Brazenas -el árbitro que dejó de dirigir tras su polémica actuación de 2009 durante la definición entre Vélez y Huracán-. Parecía que ya no había vuelta atrás para que Racing de una vez por todas saliera campeón. El Fortín empató a la media hora con el gol del ignoto Chirumbolo y transcurrieron minutos de tensiones, temores e imágenes de sucesivas frustraciones en las mentes de los hinchas racinguistas. Pero la Academia aguantó al estilo Mostaza Merlo, con ese punto selló el “paso a paso” y consiguió el ansiado título después de 35 años, pese al triunfo 6 a 1 de River ante Central en el Monumental. Un logro que dejó a Merlo inmortalizado en una estatua y a Racing en una metonimia del 2001.