Por Ana Hernández
Hace mucho tiempo tenía ganas de hablar sobre el deseo. Tantas que elegí la veda política para decir que el deseo también es político. Enteramente. No obstante, tampoco es meramente sexual, pero hay algo de la pulsión ahí dando vueltas.
El deseo es imprescindible para elegir y aceptar las cosas como son irremediablemente, sin intentar transformarlas, pero no como una rebeldía por la rebeldía misma, esa es individual. Sino como elemento necesario para abrazar la vida. Esa fuerza libidinal que administramos según casilleros. Tampoco es sinónimo de pasión. No son sinónimos, por favor se los pido.
El deseo, para el psicoanálisis, constituye una preocupación central, en todos los autores, si bien se destacan Freud y Lacan. En general del tema siempre se lo alude sólo al aspecto sexual. Sin embargo, ya entrando en un terreno más complejo es el motor vital de la vida. Es el origen, casi como decir: del polvo venimos y hacia el polvo vamos. O decir, de la oscuridad venimos y hacia la oscuridad vamos. Algún día tal vez podría juntar a siete personas conscientes y deseantes en una misma casa al mejor estilo Los 7 Locos de Roberto Arlt.
La psicología dice que no se puede desear lo desconocido, y la verdad se puede trasladar a un simple ejemplo: como escribir sobre el mar sin conocerlo. Entonces no puedo escribir sobre el mar y por ello el horizonte por mi ventana es hoy el rio. Ayer el Paraná y hoy el Uruguay.
Necesidad, deseo y querer no son la misma cosa. Nada mejor que tomarse vacaciones por la melancolía y transitar por el guion de Sur, la película del gran Pino. Aun creyendo en el concepto de utopía. A veces demasiado romántica y tramposa en sí misma porque te enseña a caminar hacia un horizonte al que nunca llegás. De pequeña vivía en mi pequeño pueblo macondo frente a la Rural, pleno corazón del barrio Zapata. Dato al pie (el barrio Zapata está en la contratapa).
Había mucho campo, sólo vacas y un piletón donde tomaban agua. Era muy fácil imaginarme diálogos con ellas y el momento de diversión era correr junto a las nubes, pero al llegar al horizonte se desvanecían.
Miguel Ángel Solá personifica a Floreal Echegoyen liberado de prisión al finalizar el golpe militar, tras cinco años de ser un preso político por sus actividades sindicales en el frigorífico en el cual trabajaba. Aquí el deseo de modificar las condiciones laborales de su mundo inmediato. Atormentado por los hechos de su pasado e inseguro de retornar su antigua vida, deambula por las calles de Barracas (con fotografías al estilo de Federico Fellini) antes de regresar a casa con su esposa Rosi. Les recomiendo mucho la película, aunque no obedece a nuestra lógica actual de tiempo.
Allí se encontrará con un antiguo compañero, El Negro (Lito Cruz) por ahí dato innecesario, pero me gusta el ejercicio de recordar sus nombres. El Negro fue fusilado en plena calle por los militares y regresa como una especie de fantasma, una representación de la memoria colectiva. Memoria colectiva que hoy está ausente. Nadie se preocupa por profundizar ni contextualizar la historización de nuestra deuda externa ni se pregunta por nuestra matriz económica, en ella la respuesta. El cine en esta obra sintetiza con la excusa de una gran historia de amor, y de una manera magistral, la poética del gran paradigma que se discutió los años 70 y 80.
Pero la raíz y la trama de toda la película de Pino Solanas habla del deseo, el deseo como motor. Una vez escribí en esta misma sección la división del tipo de personas: gente de mierda y gente que no. Acá pinta lo mismo: personas con deseo y personas sin deseo.
Es el deseo, le dice Ulises Dumont a Susú Pecoraro, explicando que podía querer y desear. En ese tramo comprendí que uno de los deberes en la vida. Lo único que debía solventar era el deseo y saciar su hambre, el posta y el metafórico, hasta el infinito. El deseo hasta que el mundo sea como lo soñamos. (Homenaje al Paco Urondo).
El deseo colectivo tan complejo de leer hoy; no podemos leer la actualidad con las mismas categorías en que lo hacíamos. Las masas ya no están, ni siquiera en los estadios. Las masas que estudiaban los sociólogos y arrojaban teorías sobre las industrias culturales. El reconocimiento de lo múltiple y lo diverso, pero seguimos midiendo en términos de masividad.
¿Entonces que es el deseo? El deseo tiene muchas dimensiones y atraviesa como tema universal en la literatura. El deseo es la fuerza que nace y te atrapa. El deseo en las microhistorias, lo veo en Lorena con sus pacientes y en los anónimos que no son tapa. La fuerza del deseo es el reloj que late y su contrapartida es la muerte. El deseo es el amor y en el deseo la resistencia.