El derecho de copia

Por: Ariel Vercelli,
Doctor en Ciencias Sociales y Humanas.
Investigador del Conicet.

En la era digital los derechos intelectuales están siendo profundamente resignificados. Esto puede observarse en la estructura y funcionamiento del derecho de autor. El derecho de copia emerge, entonces, del carácter incluyente que todavía tiene el derecho de autor y derecho de copia a nivel mundial. Ahora, ¿el derecho de copia está en tensión con el derecho de los autores? No, ambos son derechos fundamentales y es necesario afianzarlos sin renunciamientos, mermas o concesiones. En estos momentos, el derecho de copia se encuentra en tensión con las interpretaciones y las tecnologías de control que codifican los intereses de los titulares derivados industriales.
En la era digital el derecho de copia sobre bienes y obras intelectuales permite discutir críticamente y repensar cómo se produce, se gestiona el valor intelectual y, sobre todo, cómo se distribuyen las riquezas intelectuales comunes.
El derecho de copia puede pensarse más allá de los intereses concentrados de las industrias culturales. Es decir, más allá de los vetustos modelos de negocios asentados en la artificiosa escasez de los bienes intelectuales, en el control de los soportes materiales y, sobre todo, en el canto de las sirenas del “acceso a la cultura” que supo defender el siglo XX. El “acceso a la cultura” es anacrónico, viejo, inconducente, pobre, mezquino y está vinculado a las economías de la escasez.
Los derechos intelectuales pueden interpretarse y pasar a funcionar “positivamente” como generadores de valor, abundancia y disponibilidades. Es importante que el derecho de copia pueda ser garantizado jurídico-políticamente como un derecho humano pleno. A través de las tecnologías digitales e Internet la humanidad adquirió capacidades nuevas y muy valiosas para copiar, producir, reproducir, multiplicar y compartir las diferentes formas de valor intelectual. La innovación también puede repensarse como procesos de distribución, inclusión. Puede repensarse sobre la base de economías políticas que entiendan la abundancia, las capacidades distribuidas de copia y la disponibilidad de los bienes comunes que conforman la herencia humana. Es necesario mejorar la distribución de las riquezas. Necesitamos más y mejores democracias.