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sábado, septiembre 7, 2024

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA. ¿A quién le habla el peronismo?

Por Ana Hernández

Desde su nacimiento, el peronismo tuvo múltiples rostros y soportó definiciones divergentes, del mismo modo que encarnó proyectos diversos. Hoy sigue vigente su capacidad de estructurar y simplificar la escena política y social. Aunque se abren algunas dudas ante un nuevo escenario en el cual su destinatario, a quien representaba, carece hoy de identidad.
El libro de Alejandro Grimson, Desquiciados, explica que el triunfo de candidatos de la ultraderecha no tiene que ver con falta de educación, sino con una frustración de la sociedad con otros sectores de la política que los han defraudado.
“Hay una crisis profunda en la relación entre la verdad y la política”. El antropólogo señala que la ultraderecha construye una 2nueva época que va a durar un período histórico” y genera cambios en las relaciones sociales, ya que constituye “un nuevo individualismo” que tiene un alto impacto en la forma de ver el mundo.
El hecho maldito del país burgués es el concepto preferido donde John William Cooke postula al peronismo como sinónimo de la clase. La figura del trabajador como el sujeto esencial que mantuvo la llama ardiente en la escena política mientras el movimiento estuvo proscripto.
Más precisamente desde la pandemia a esta parte, pero tal vez fue mucho antes, empezaron a cambiar las percepciones, los motivos de trascendencia y en eso la construcción de subjetividades.

Percepciones cambiadas

La crisis de paradigmas también afecta al peronismo por la carencia de un nuevo sujeto social visible. En un país donde todos se creen clase media, desde un cajero del supermercado hasta el docente asalariado. Entonces la pregunta sería: ¿A quién le habla el peronismo?
Los anhelos, los deseos y quien maneje mejor la incertidumbre es quien sobrevivirá no solo ante la adversidad sino también en la cotidianidad de la vida misma.
Hace tiempo que las clases sociales dejaron de definirse únicamente a través de los niveles de ingresos y a través del acceso a bienes y servicios. En un contexto donde la figura del trabajador no prevalece ni parece ser un valor.
El peronismo, como todo movimiento popular, contiene hacia su interior sus opuestos y antinomias. Lejos quedó el “Fifty – Fifty” que fue una excepción en la historia de un país burgués desde su nacimiento con sus dicotomías vigentes. Lo refleja la literatura desde el Martín Fierro de José Hernández hasta el Facundo de Sarmiento, o como Jorge Luis Borges y Rodolfo Walsh.
No se puede nombrar lo nuevo con conceptos viejos. Hay nuevos capitales simbólicos que son producto del capitalismo que se regenera a sí mismo creando nuevos deseos que sostienen el modelo de acumulación social actual. Hoy las personas apuestan más por las sensaciones y las experiencias vivenciales y es justamente lo intangible el capital más preciado. Un poco esto explica el fenómeno de los recitales y los viajes como objetivo de vida.

 

Reyes sin coronas

La presidencia de Javier Milei es la consecuencia lógica del gobierno del Frente de Todos. Por eso, no fue estrecho el margen de votos. Por eso, las opciones de una derecha más moderada no tuvieron ninguna chance.
Ahora, en la actualidad, hay muchos debates y se repite a voces que se debe volver a las fuentes. Una fuerza política que no existía hace poco más de dos años surgió durante el último gobierno de una alianza de 10 partidos. Alguien que se destaca por su autenticidad, aunque discursiva y pragmáticamente tenga acciones radicalizadas nunca vistas y sin estructura propia, accede al mayor cargo del Ejecutivo nacional.
Nos atraviesa una de las mayores crisis políticas por la carencia de representatividad, transitamos tiempos de reyes sin coronas, las masas se diluyeron en tribus y comunidades pequeñas de consumos virtuales identitarios. La construcción de hegemonías populares merece otro manual extra porque las masas ya no son tales.
No hay destinatario, no hay discurso y por lo tanto no hay un relato. O tal vez al revés: no hay discurso porque no hay un destinatario, que son las partes que constituyen un relato.

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